"Si me voy de
aquí sin llegar a entenderte, el mundo entero te verá como un monstruo. Para
siempre. Y yo no quiero eso".
Hace
menos de un día conocí la noticia de que Philip Seymour Hoffman había muerto en
su apartamento, presumiblemente a causa de una sobredosis. Y no se me ocurría
mejor homenaje a la muerte de un actor de tamaño talento que visionar y reseñar
la cinta que le dio un merecidísimo premio Oscar: Truman Capote (algún día entenderé por qué añadieron el nombre de
pila del escritor en español al título original Capote). Será, me temo, una crítica breve, básicamente porque aún
estoy tratando de digerir la noticia y no me apetece escribir mucho sobre el
tema, pero suficiente para nuestro propósito.
La
cinta, dirigida por Bennett Miller (amigo de la infancia de Hoffman, con quien
también coincidiría cuando dirigió Moneyball),
retrata un período muy concreto de la vida del escritor norteamericano Truman
Capote: aquellos años que pasó investigando y escribiendo su novela más
importante y que cambiaría el mundo de la literatura, A sangre fría.
En
ese sentido, la película trabaja de forma bastante correcta los tiempos y la
narrativa que, aunque es quizás demasiado lenta, hace buen foco en los aspectos
importantes (con unos saltos temporales un tanto drásticos) y que es capaz de
mostrar el proceso de creación literaria con unas pinceladas generales pero
intensas, centrándose en lo que quiere mostrar y evitando distracciones
innecesarias.
Y
si lo logra es, claro, gracias a la interpretación de Hoffman, que le quitó el
Oscar a Heath Ledger (por Brokeback
Mountain) y a su futuro compañero de reparto en The master, Joaquin Phoenix (por En la cuerda floja), gracias a su retrato calcado del periodista y
escritor. Hoffman es Capote en su apariencia, en sus gestos, en su
amaneramiento, en su (bastante irritante) voz, y en su mirada. En todo.
Pero
ese todo no sería nada sin la introspección interna que realiza. Hoffman es
capaz de transmitir a la perfección las dos caras de Capote, de crear ese
personaje torturado que se debate entre el cariño que siente hacia los asesinos
sobre los que escribe, y el amor por su novela que le lleva a mentirles y
utilizarles de forma descarada. Creo que fue Reverte quien dijo aquello de que
un periodista de la vieja escuela “sería capaz de vender a su madre por
aparecer en la portada”... y el Capote de la cinta, como escritor y periodista
que era, transmite eso a la perfección.
Si
bien la interpretación es sencillamente magistral, y se come a todos los demás
aspectos de la película (a pesar de las también grandes actuaciones de
Catherine Keener como Harper Lee, y Clifton Collins Jr. como Perry Smith), ese
es quizás también su mayor problema. La cinta depende demasiado de la creación
del protagonista que lo abarca todo, y descuida el resto de los aspectos: el
guión podría estar más pulido, el ritmo ser menos monótono (ojo, no lento, sino
monótono)... Puntos extra ganan, eso sí, unos diálogos inmejorables.
En
cuanto al apartado técnico, cumple y va acorde con la historia que se narra,
pero no destaca. Al menos, no en el aspecto de una música sobria y basada en
pianos que acompañan a algunas de las
escenas, manteniendo otras el sonido ambiente sin mayores alardes. Quizás sí
resulte más interesante la fotografía, en la que abundan y casi priman por
completo los tonos fríos como el carácter de Capote, que tan bien van con la
narración.
En
general, la cinta es un acertado ejercicio narrativo y biográfico, que a pesar
de todo podría estar mejor realizado, pero que dejó para siempre el legado
imborrable de uno de los mejores actores que nuestra generación haya conocido.
Descansa
en paz, Philip. Gracias por todo.
Allez-y,
mes ami!
Buenas
tardes, y buena suerte.
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LO
MEJOR: la interpretación de Hoffman, sin más. También la fotografía merece
bastante la pena.
LO
PEOR: el ritmo y el guión me parecen ligeramente mejorables, aunque tampoco son
para nada malos.
NOTA:
8. Estudiada, profunda, interesante y con una actuación soberbia. Obligatoria
en día como hoy.
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Adivina quien se ha reido como un loco cuando ha encontrado A sangre fría en su biblioteca particular.
ResponderEliminarLa vi hace tiempo y me gustó mucho, creo que leí en alguna parte que lo de ponerle el Truman era para que la gente no pensara que era una película de toros, pero no me hagas mucho caso que no recuerdo bien ;)
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarYa sabía que la pérdida de este señor era una catástrofe sin paliativos para e séptimo arte, y después de ver esta joya me reafirmo. Coincido punto por punto contigo en la reseña, caribú :)
EliminarPues tiene sentido lo que comentas, Rae... Ojo, que tampoco es que me parezca un título desacertado. Pero me resulta curioso. Supongo que sería una mezcla entre lo que dices y el hecho de que por desgracia aquí Capote es menos conocido de lo que debería. Seguro que si hacemos aquí una peli y la titulamos "Unamuno", al llegar a EEUU añadirían el nombre de pila. Es fácil que lo hicieran, vamos :)
ResponderEliminarCoincidimos, Pablo. Hoffman estaba inmenso en todo papel que hacía, incluso en sus papeles más mínimos. Aquí es inconmensurable.