jueves, 13 de febrero de 2014

Good Bye, Lenin! (2003)



“Ser socialista no significa estar cerrado al mundo: ser socialista es aceptar a los demás y saber convivir con ellos. No basta con soñar en un mundo mejor, hay que hacerlo realidad."

Siempre he dicho, y nunca me cansaré de decirlo, que el cine alemán mola. Son productos que no tienen que envidiar absolutamente nada en sus aspectos técnicos a las superproducciones hollywoodienses (cosa que no puede decir buena parte del cine europeo), y que a diferencia de muchas de estas, siguen manteniendo a actores verdaderamente destacables y unas historias y guiones inmejorables.

Good Bye, Lenin! no es sino un capítulo de buen hacer más en la industria cinematográfica germana, al que siempre se ha destacado quizás por su originalidad, su foco sobre un tema no muy tratado en la historia (al menos desde ese punto de vista... algo que ya comenté en su día cuando hablé en la revista de Costa esperanza), o su capacidad para reunir a personas de deslumbrante talento, como Yann Tiersen o Daniel Brühl.

La trama es deliciosa: se nos presenta a una familia en los últimos coletazos de la RDA, cuyo hijo, Alexander (Daniel Brühl), está a favor de la caída del muro, y cuya madre, Christiane (Katrin Saß) es una ferviente militante y compañera del Partido Socialista. En el transcurso de una manifestación popular, Christiane se desmaya y entra en coma, despertando ocho meses más tarde. Es entonces cuando Alexander se decide a enmascarar la caída del Muro de Berlín, que destrozaría a su madre, y a simular que la vida continúa en la RDA como si nada hubiera ocurrido.

Partiendo de esa premisa, el guión no puede sino desarrollarse a través de una tragicomedia que alterna los momentos obligados de humor ante lo delirante de la situación, con el drama de un hogar que se debate entre dos formas de vida, y que por ellas se ha visto quebrantado en más de una ocasión. La cinta, dirigida por Wolfgang Becker, alterna con gran acierto ambas vertientes, sin recrearse especialmente en ninguna de ellas.

Con esos elementos se crea una historia lúcida y original que da una visión fantástica de cómo se metamorfoseó la RDA tras la caída del muro, y de esa pugna entre el capitalismo y el socialismo (de corte bastante comunista, a pesar del nombre del partido), pero sin llegar a tomar partido por ninguno de ellos... o al menos, haciéndolo de forma muy sutil. Becker pretende ser simple cronista de un momento olvidado, no juez ni actor de propaganda de una ideología determinada.

El ritmo que logra la narración, por otra parte, es muy acertado, y se apoya en buena medida en las actuaciones de los protagonistas, capaces todos ellos de crear personajes muy bien trabajados incluso cuando se presentan en unas cuantas pinceladas sin concretar en exceso. Katrin Saß está inmensa, igual que lo están Maria Simon, Chulpan Khamatova y Florian Lukas, aunque el que se lleva todo el mérito es sin duda Daniel Brühl (un tipo al que hasta ahora no he visto hacer ni un solo papel mediocre... siempre lo da todo).

Luego, como comentaba, el apartado técnico es excelente. El buen hacer del ritmo narrativo y de la dirección no sería tal si no estuviera apoyado por una fotografía impecable, que se combina con reportajes e imágenes reales de los últimos coletazos de la Alemania dividida para crear una imagen de época realmente atrayente, con una ambientación a la que además se da mucho protagonismo dado el cariz que toman los acontecimientos.

Y como colofón final, la banda sonora de Yann Tiersen, conocido en el mundo del cine por su excelente trabajo para Amélie, ayuda a cautivar por completo al espectador a base de pianos y cuerdas muy emotivos, que resaltan la parte más dramática y nostálgica de la historia, y que son realmente memorables en los últimos compases de la cinta.

Pues es, sobre todo, en el final donde más destaca la cinta, abandonando la comedia no ya por el drama (que también), sino por la introspección histórica y social en unos hechos que dan mucho juego a ello. Si bien Becker no pretende juzgar ni tomar partido por una posición política, sí que pretende hacerlo en un contexto social, y que la película ejemplifique lo bueno y lo malo de cada uno de los dos mundos. Baste esa frase destacada al principio de la crítica, que tan lapidaria se convierte en la película: “no basta con soñar en un mundo mejor, hay que hacerlo realidad”.

Original, perfectamente llevada, emotiva y poniendo el foco en un tema un tanto infra-tratado, es sin duda de visionado obligado a cualquiera interesado en la historia alemana reciente... o a quien guste el cine del país germano.

Allez-y, mes ami!

Buenas tardes, y buena suerte.

---------------------------------------------------------------------------------

LO MEJOR: el retrato que hace la cinta de la Alemania unificada, la actuación de Brühl y la banda sonora de Tiersen.

LO PEOR: quizás, aunque no tome realmente partido, da una visión demasiado unilateral de la RDA. Y hay ciertos aspectos de la historia narrada que se pasan un poco de puntillas, y en los que se agradecería mayor detenimiento.

NOTA: 8,25. Pocas pegas se le pueden poner. Es una película que me parece bastante imprescindible y recomendada.

---------------------------------------------------------------------------------

1 comentario:

  1. El concepto "bastante imprescindible" se ha ganado mi amor.

    Pero estoy muy de acuerdo contigo, especialmente supone un retrato de la época que no simplemente se limita a situarte con datos, sino que además te mete en la psicología de la Alemania de entonces de una forma genial. Además, tiene una dirección muy buena y un mensaje final para mí muy bonito y bien llevado a su conclusión.

    ¿La banda sonora es de Yann Tiersen? Ya se notaba que era una maravilla...

    ResponderEliminar