miércoles, 5 de febrero de 2014

La misión (1986)



"Si la fuerza es lo que vale, no hay lugar para el amor en el mundo... Puede que sí, que así sea. Pero yo no tengo ánimo de vivir en un mundo así, Rodrigo".

Hasta ahora, solo había visto en mi vida una cinta de Roland Joffé, la... digamos curiosa, Encontrarás dragones. O al menos, solo tenía conciencia de haber visto una, pues luego me enteré de que también Vatel, o esa película que me hizo idolatrar a Paul Newman que fue Creadores de sombras, también eran suyas. Como sea, la que me quedaba pendiente, aparte de Los gritos del silencio (que me atrae más por la música de Mike Oldfield que por otra cosa) era su obra maestra: La misión.

Es una película sin duda complicada, que no sé muy bien por dónde empezar a analizar... Quizás, para empezar, baste decir que es un drama histórico que se centra en la situación de las misiones jesuitas de mediados del siglo XVIII, y la suerte que estas corrieron tras el Tratado de Madrid de 1750 que estableció un nuevo reparto de los territorios coloniales americanos entre España y Portugal.

Y quizás sea también justo comenzar diciendo que, más que un drama, la película es una auténtica tragedia de corte clásico, centrada en una serie breve de personajes principales (aunque con una abrumadora cantidad de secundarios) que se verán abocados a una serie de acontecimientos realmente dolorosos que lleven al espectador a la catarsis. Por decirlo de forma fina.


La gran cantidad de vertientes que la cinta tiene, tanto artística como conceptualmente, es digna de elogio. Desde un punto de vista histórico (perdonadme que me ponga pedante aquí, manías que tiene uno por sus estudios), y si bien es cierto que no sigue una historia real (se basa en cierto modo en la figura de un misionero jesuita que vivió en el siglo XVII), realiza un retrato bastante acertado de la situación del momento.

Es verdad, eso sí, que demoniza bastante a los colonos, y quizás peca a la hora de elogiar en exceso a los jesuitas (que no tengo nada en contra de ellos, pero si fueron expulsados de España poco después fue, básicamente, por el enorme poder político que habían logrado durante siglos, y no por ser almas de la caridad), pero la ambientación y el reflejo de una época y un lugar en que la tradición y el progreso entraban en conflicto es realmente desgarrador.

Así, se nos pone el foco en dos personajes que tienen una forma diferente de enfocar ese conflicto. Por una parte, el padre Gabriel, que busca una resolución pacífica para la resolución de la misión, confiando en la bondad de las personas; por otra, el mercenario reconvertido en jesuita Rodrigo Mendoza, cuyo ánimo más violento le lleva a luchar de forma más directa por la supervivencia de aquellos que le han acogido, los indios guaraníes.

En ese sentido, la película supone un magnífico retrato de la lucha entre dos puntos de vista, y se vertebra en torno a ese eje sin tomar partido por ninguna de las posturas, y construyendo la historia en base al conflicto. Paz y guerra; tradición y progreso; civilización y “salvajismo”... son los temas que la cinta plantea a cada momento, decantándose en algunos de ellos por una solución y dejando otros al aire.

Por otra parte, si nos vamos al apartado puramente artístico, lo primero que sorprenden son las actuaciones, con un Jeremy Irons (como Gabriel) y un Robet De Niro (como Mendoza) absolutamente impecables, que son quienes llevan la voz cantante en una cinta en la que los secundarios no son pocos ni desdeñables: baste mentar a un joven (o no tan joven) Liam Neeson, que es el tercero en discordia aquí, o a Aidan Quinn (que no tiene mucho protagonismo, el pobre). Y a los guaraníes (que por cierto, no son tales, pues las únicas tribus de guaraníes que Joffé encontró estaban “modernizadas”... no recuerdo qué tribu local participó en el film), que a pesar de no haber actuado en su vida, son quienes dotan de realismo y encanto a la película.

Digo que las actuaciones son lo primero a destacar, pero probablemente me equivoque. Lo que primero golpea al espectador (y lo que más lo hace) es un apartado visual inmersivo y apabullante (la cinta se desarrolla en las cataratas del Iguazú), que recuerda mucho, quizás por similitud de época y paisajes, al de Aguirre, la cólera de Dios. A diferencia de esta, sin embargo, lo visual se ve aquí apoyado por un aspecto sonoro incluso superior, en una de las bandas sonoras de Morricone más emblemáticas de su carrera.

Esa grandeza visual, y la música tan identificable, sirven a Joffé para ir construyendo una película lenta y pausada, cargada de personalidad, en la que el tono se va haciendo cada vez más ominoso hasta un desenlace de una enorme dureza (y con algunas de las escenas de lucha más curiosas que he visto nunca, por cierto), que deja clavado en la silla unos instantes por lo repentino que resulta... a pesar de que se lleve construyendo el terreno para presentarlo durante varios minutos.

Muy personal, pero también recomendada al 100%.

Allez-y, mes ami!

Buenos días, y buena suerte.

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LO MEJOR: el apartado visual y las actuaciones de De Niro y Irons (para mí especialmente de este último) son geniales, así como el final; pero si hay algo a destacar, sin duda es la música de Morricone. Sublime.

LO PEOR: a más de uno la lentitud de la cinta se le hará cuesta arriba, aunque la considero idónea para construir el ambiente. Sí me parece algo infantil la visión unilateral que se da de los “buenos” (jesuitas) y los “malos” (españoles y portugueses), y hay escenas de acción rodadas de forma un tanto pobre.

NOTA: 8,5. Enamora desde el primer plano, y de qué manera. Imperdonable no haberla visto antes.

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