lunes, 24 de febrero de 2014

Ponyo en el acantilado (2008)



"¡A Ponyo le gusta Sosuke!"


Antes que nada, felicidades de corazón a todos los que nos siguen y a Yo me bebo tu batido en general. Dos añitos, se dice pronto, y yo llevo aquí desde hace cuánto... ¿cuatro meses, quizá? En fin, que después de dejar a Pixar abandonada un tiempecito (ya la retomaré a su debido tiempo) he vuelto a concentrar mis energías en el visionado de películas del genio Hayao Miyazaki. 

Ahora puestos, creo que ya es hora de juzgar su trabajo más reciente (hasta la llegada de Se levanta el viento, que Vertigo Films ha decidido posponer aquí porque les gusta tomarse su tiempo y de paso jodernos la existencia), la adorable, mimosa e imaginativa Ponyo en el acantilado, una cinta que está lejos de ser de lo mejor de su carrera pero que aún así tiene los ingredientes para presumir de encanto y estética propias. 



El argumento nos presenta a una pececita llamada Brunilda, que vive junto a sus hermanas y su padre, el hechicero Fujimoto, en el fondo del mar. Un día, su ansia de explorar la llevará hasta la playa de un acantilado, donde un niño de 5 años llamado Sosuke la encontrará y la adoptará con el nombre de Ponyo, trabando con ella una gran amistad. Aparte de eso... no hay mucho más que decir al respecto, señorías, a no ser que me de por soltar spoilers por un tubo o de mostrarme más detallista en este apartado. Solo añadiré que el hecho de que Ponyo abandone el mar acarraerá más de un problema a los habitantes de la superficie...

Pero en sí, ciertamente, el argumento no da para mayor explicación, si bien es cierto que muchos más personajes confluyen en la historia de forma muy acertada, como ya iré destacando a lo largo del análisis. Miyazaki, que utilizó como base la obra de su hijo Goro Cuentos de terramar a la hora de crear esta película, vuelve al estilo minimalista que tantas alegrías le trajo con Mi vecino Totoro y nos trae una versión japonesa de La Sirenita, pero bastante más infantil y mucho más "kawaii". Mucho, pero que mucho más.





Miyazaki se aleja, en este caso, de sus proyectos más ambiciosos a la par que adultos (El castillo Ambulante, La princesa Mononoke) para deleitarnos con un bellísimo cuento infantil, que hará las delicias de los más pequeños y, por qué no decirlo, también de los mayores, gracias a unos personajes únicos e inolvidables, pues aunque Hayao no busque horizontes de perfección en esta película, sus señas de identidad siguen intactas, y para bien. 

Del elenco los más destacados son, por supuestísimo, Ponyo y Sosuke, cuya amistad, cariño y compañerismo se va gestando a lo largo del largometraje de forma muy infantil, pero a la vez muy sincera (no hay nada más verdadero que el amor de un niño, qué gran verdad). Aunque si me tengo que quedar con uno elegiría sin ninguna duda a Lisa, la madre de Sosuke, cuya loca conducción a lo Lupin III y su ternura y amor hacia su pequeño, junto a berrinches puntuales con su esposo (un capitán de barco que se pasa por casa cada mucho tiempo) le hacen ganar muchos puntos. Y qué decir de Fujimoto, el padre de Ponyo, con unas pintas de Tommy Wisseau en versión anime que esconden a un hombre sobreprotector y de buen corazón (y que además actúa mucho mejor que el susodicho Wisseau, pero eso no sorprende a nadie). Las abuelas del geriátrico o la gigantesca madre de Ponyo (echadle un vistazo a la peli y lo entenderéis) nos dejan un reparto, cuanto menos, curioso, lejos de la excelencia, pero muy carismático y vivaz.

Otro rasgo que caracteriza a Ponyo como cinta de Miyazaki es también la falta de maldad en sus protagonistas. Ningún personaje de la película (al igual que ocurría en El viaje de Chihiro o El castillo ambulante) es enteramente malvado, y los seres humanos colaboran entre ellos y se muestran amigables en todo momento a pesar de enfrentarse a situaciones poco o nada agradables. Esto pretende, por otra parte, inculcar a los más pequeños (y a más de un adulto, que falta le haría) unos valores de compañerismo, amor y cariño hacia los demás que yo encuentro la mar de recomendables, si bien pueden hacerse en un determinado momento extraños e incongruentes en lo que a la película se refiere. 





También hay que destacar, como no, el componente ternerón. Y es que Ponyo, la pececita protagonista, es una de las creaciones más adorables y cucas que ha parido Miyazaki. ¡Para comérsela! Y junto al pequeño Sosuke, nos deja algunos de los momentos más "kawaii" que verás en tu vida. ¿Que si esto es bueno? Para muchos, evidentemente, no, y es que el componente preescolar de Ponyo echará para atrás a más de un espectador que busque emociones fuertes y una fábula compleja y distintiva. De todas formas, la cinta compensa estas faltas gracias a un derroche de imaginación constante de principio a fin (y que no pienso destripar) y a un apartado técnico de escándalo.

Y es que la animación, como nos tienen acostumbrados los chicos de Studio Ghibli, es tradicional y a la vez constantemente espectacular, especialmente en Ponyo, creando un mundo marino y una variedad de criaturas y de personalidades sin igual. Y qué decir de la música del maestro Joe Hishaishi, que sigue proporcionando mágicas melodías, magistrales y únicas, de matrícula de honor. 

El doblaje también está a un gran nivel, aunque (y esto no es algo en lo que culpe al traductor) en el conjunto veo algo bastante extraño y, cuanto menos, chocante en la peli: ¿puede saberse por qué Sosuke llama a sus padres (Lisa y Koichi) por sus nombres? Quiero decir, sé que en esto a lo mejor me pierdo y que en Japón es algo natural, pero al traducirse en castellano queda raro de narices. Mono y adorable, pero raro, porque al menos podría darse alguna explicación para entenderse, pero no. Papá es Koichi, mamá es Lisa. Y yo me llamo Ralph.

En resumen, Ponyo en el acantilado es una película que no busca un gran reconocimiento ni se muestra ambiciosa y, aún así, sigue siendo genial. Y es que gracias a sus muchas virtudes, el desarrollo de la historia, sus maravillosos personajes y su mágico e inigualable mundo, mantiene el listón y se convierte en una grandísima película de animación y altamente recomendable para los pequeños de la casa (entre 5 y 8 años), que la disfrutarán como locos. Los adultos, por su parte, echarán de menos otras virtudes del cine de Miyazaki, pero no podrán evitar esbozar más de una sonrisa durante el visionado. Doy fe de ello.

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LO MEJOR: animación, música, personajes y adorabilidad al 200%. MUY recomendable para los más pequeños.

LO PEOR: su tono infantil y simplista echará para atrás a más de uno. El hecho de que Sosuke llame a sus padres por sus nombres no hay por dónde cogerlo en la versión española.


NOTA: 7,75/10. Bonita fábula sobre el amor infantil con el mar como telón de fondo. Esperamos ansiosos la llegada de Se levanta el viento para despedir al gran Hayao como se merece.

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Tráiler en castellano

3 comentarios:

  1. Yo lo único que quiero saber es qué demonios fuman los personajes de Miyazaki para tomárselo TODO con tanta calma y entereza. ¿Que se inunda el mundo en plan Waterworld? Da igual, vamos a pasear en barca. ¿Que dices que has visto un bicho gigante, pequeña hija mía de 5 años? A LA MIERDA MI CARRERA COMO PROFESOR UNIVERSITARIO DE ARQUITECTURA, VAMOS A BUSCAR AL BICHO, QUE DEBE SER UN DIOS DEL BOSQUE.

    Es, no sé... Raro.

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  2. Pero "Ponyo" es una gozada de peli, eso no se pone en duda.

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  3. Quizá un poco tarde para comentarlo, pero en japonés Sosuke también llama por sus nombres a sus padres con lo que seguramente es algo intencional o tiene algún trasfondo, por ejemplo el de resaltar lo poco convencional de este hogar de padres jóvenes, mamá trabajadora, papá al que ve poco. Por mi parte debí poner cuidado en enterarme si Lisa era la madre o la hermana mayor (recordando a Lilo y Nany, de Lilo y Stitch)

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