“¿Sabes que tu cara se parece a la de uno que vale 2.000 dólares?
- Sí, pero tú no te pareces al que los va a cobrar.”
Y cerramos esa trilogía que
inspiró con poca sutileza la creación del protagonista de La torre oscura de Stephen King con la que es considerada por
muchos la mejor película de la saga, el mayor exponente del spaghetti western
y, según Tarantino, el gran logro de la historia del cine: El bueno, el feo y el malo.
Digo que es así considerada por
muchos (es la mejor valorada por el público en Rotten Tomatoes, y la crítica
solo tiene 1 punto por encima la primera entrega), pero no por mí; es más, para
mí es, sin muchas dudas, la más floja de las tres.
Si habéis empezado a leer este
párrafo en lugar de dispararme a bocajarro bajo el Sol de mediodía asumo que os
puede la curiosidad por saber a qué se debe mi opinión. Vaya por delante una
cosa: me parece una gran película. Cuando digo que es la más floja de las tres
lo único que estoy diciendo es que creo que está sobrevalorada en comparación
con sus predecesoras, lo que no cambia que sea un western fantástico y un
magnífico exponente del género. Sobre eso que no queden dudas.
La cuestión es que, como apuntaba
en la reseña anterior, vuelven aquí Clint Eastwood (como el Hombre sin Nombre,
aquí apodado “Rubio” o “El Bueno”) y Lee Van Cleef (aquí Sentencia, “el Malo),
a los que se une Eli Wallach (Tuco, “el Feo”): los tres son pistoleros abocados
a la búsqueda de un botín de oro escondido que chocan entre sí mientras la
Guerra Civil estadounidense tiene lugar a su alrededor.
Es esta ambientación la que crea
una de las señas características de la película, que la diferencia mucho de sus
predecesoras: Por un puñado de dólares y
La muerte tenía un precio eran
películas simples, comedidas, con una historia sencilla, y bastante sobrias, en
general, en sus formas. El bueno, el feo
y el malo, sin embargo, se vierte en la épica, sacrificando la sobriedad en
favor de una gran complejidad, bastantes giros en la narrativa y un festival de
subtramas que tocan a los personajes.
Eso, necesariamente, no es algo
malo, pero considero que la cinta no termina de llevarlo del todo bien. La
historia que vertebra el guión es, a la postre, más simple que el mecanismo de
un botijo: tres pistoleros van en busca de un mismo botín, y se verán obligados
a colaborar mientras los tres buscan sobrevivir y evitar la traición de los
otros. Solo con esa narrativa, creo yo, se puede jugar lo bastante ya como para
crear una cinta magnífica, cosa que hacían las demás de la trilogía.
Sin embargo, aquí Leone no solo
da mucho más trasfondo a sus personajes (aceptable en casos como la
presentación de Sentencia; muy superfluo en otros, como la inesperada y breve
subtrama de Tuco con su hermano… que es, de hecho, bastante emotiva y está
genialmente hecha, pero que no aporta nada), sino que añade constantes
elementos a la historia que la recargan de manera casi absurda: los tira y
afloja vengativos de Tuco y Rubio, Rubio y Tuco; las traiciones entre los tres;
los fingimientos de ser soldados en uno u otro bando de la Guerra Civil; los
horrores de esta guerra, todo el trasfondo del soldado que escondió el oro en
su momento…
Estirar tanto la historia hace
que se estire en consecuencia la película, que supera las dos horas y media de
duración, sin contar con escenas eliminadas (alguna bastante épica, por
cierto). Y, personalmente, creo que es excesivo. Muy excesivo. Si ya me parecía
que a La muerte tenía un precio le
sobraba metraje, pienso de igual manera, pero mucho más convencido, con esta
cinta; de hecho, es la única de la trilogía que no he sido capaz de ver del
tirón, sino que me la he puesto en dos trozos.
Ese es un problema que le veo,
siendo el otro los personajes. Sentencia es muchísimo menos carismático e
interesante que el Coronel (o que El Indio, por comparar entre villanos), y de
hecho, Van Cleef juega un papel mucho menor en esta cinta, que gira casi por
completo en torno a Rubio y Tuco; y si bien la relación de ambos engancha al
espectador, también se termina por hacer repetitiva hasta cierto punto. El
mayor problema es, sin embargo, Rubio, que no solo carece aquí de su
emblemático poncho (hasta los últimos minutos de película no lo llevará, una
pista de que estamos ante una precuela), sino también de buena parte de la
actitud adusta y misteriosa que le caracterizaba; sí, es algo justificable
teniendo en cuenta que la continuidad del personaje no es formal, pero menos
aceptable me parece que se pierda también muchísimo de la destreza e ingenio
que tenía en otras entregas (en tres ocasiones salva el pellejo, ante una
muerte segura, por casualidades absolutamente improbables y que escapan a su
control).
Lanzados esos problemas, a la
cinta se le deben reconocer también aspectos en que destaca sobre las
anteriores. La epicidad deja escenas absolutamente impresionantes, tanto a
nivel de fenomenales diálogos (aunque quizás menos que en las anteriores), como
de la escena más reconocible de la serie, y del probablemente más tenso duelo
que haya visto en la historia del cine. La fotografía, que ya venía siendo
fantástica, está aquí llevada a su máxima expresión, y lo mismo podemos decir
de la reconocible banda sonora de Morricone.
Por otra parte, y si bien ya digo
que me sobran algunos de esos elementos, trabaja muy bien la cinta un apartado
más dramático, como ya lo hacía el final de La
muerte tenía un precio. Hay una cierta reflexión sobre la vacuidad de la
guerra, en boca del propio Rubio, y un buen reflejo de lo que supone la soledad
del pistolero dedicado a la mala vida, que conectan bastante con el espectador;
como entretenimiento quizás me parezca inferior, pero en esos aspectos,
considero que supera, y con creces, a sus predecesoras.
En general, puedo llegar a
entender que se la vea como la mejor de la trilogía, aunque no lo comparta en
absoluto. Es una buena cinta, tremendamente ambiciosa, a la que sus intenciones
pasan cierta factura, logrando un trabajo mucho menos pulido e inmaculado que
las otras dos cintas de la saga, pero también con más elementos que ofrecer. No,
no es mi favorita, pero sin duda Leone, Eastwood, Morricone y compañía cerraron
su sociedad con un acuerdo más que ventajoso para todas las partes.
Ventajoso e icónico a más no poder, dicho sea. |
-------------------------------------------------
¿Tengo que ver esto?: Si te han
gustado las dos anteriores, o solo una de ellas, sí. Si no, creo que te la
puedes ahorrar. Si no has visto ninguna, pues está en muchos Top 100 de cine,
así que imagino que sí.
¿Cuál es el mejor momento?: El
duelo final. No hay la menor duda al respecto.
¿Dónde debería ver esto?: En una
tumba que tú mismo cavas, si no tienes rifle.
Me ha gustado, ¿dónde hay más?: Las
dos anteriores: Por un puñado de dólares y
La muerte tenía un precio. El Django de Corbucci y Los siete magníficos (la de 1960 de John
Sturges). Me dicen por pinganillo que Hasta
que llegó su hora (Once upon a time
in the west) de Sergio Leone es
el otro gran spaghetti western épico del director, y que Solo ante el peligro de Fred Zinnemann también está bien. Y Centauros del desierto, y El hombre que mató a Liberty Valance,
ambas de John Ford, por qué no.
No hay comentarios:
Publicar un comentario