“Si alguien armado con un revólver se enfrenta con quien lleva un rifle, el que tiene el revólver es hombre muerto”
No es un género que reseñemos en exceso por aquí, pero si tenemos que buscar un paralelismo comercial con lo que hoy supone el cine de superhéroes, ese papel lo ocuparía en un marco clásico, sin duda, el western.
Dominado ampliamente por las producciones estadounidenses y figuras como el tándem John Ford / John Wayne, entre los años 50 y 70, y especialmente en la década de los 60, hubo un auge de las producciones europeas, caracterizadas por un tono más sucio y seco, y con su propio tándem heroico: Sergio Leone y Clint Eastwood son el alma de ese spaghetti western a que puso banda sonora el magnífico Ennio Morricone.
Por un puñado de dólares es la cinta que abre la Trilogía del Dólar, sin duda la saga más reconocible del subgénero, e incluso del western en general. La trama es casi insultante por tópica y simple, más aun sabiendo que es una adaptación no oficial del Yojimbo de Kurosawa (que se querelló contra ella, de hecho): un pistolero sin nombre (Clint Eastwood) llega a un pueblo asediado por el conflicto entre dos bandas de familias rivales, los Baxter y los Rojo. Y, con el único afán de ganar dinero, y una nobleza de intenciones que se ocupa de ocultar bajo esa fachada, el pistolero mantendrá vivo el conflicto a base de bien.
Y con una premisa tan trillada, ¿cómo logra convertirse en una película de culto? Mayormente, porque es una pieza artesanal del primer fotograma al último. Sin duda es Eastwood el primer factor que resalta, creando a un personaje emblemático, con ese punto misterioso (también se la conoce como la Trilogía del Hombre sin Nombre), del que el nombre que oímos, “Joe”, y su nacionalidad estadounidense es lo único que sabemos en toda la cinta. Es duro, despiadado, rápido con el revólver, codicioso… y, a pesar de todo, noble cuando la ocasión lo merece. Todos los ingredientes para un antihéroe carismático que, claro, daría uno de los mejores papeles de la carrera de Eastwood, con la chulería de míticas escenas.
Escenas que, por otra parte, se nutren de una fantástica dirección de Sergio Leone, desde los créditos iniciales hasta el demoledor cierre. Leone crea un ritmo pausado, pero constante, maneja magníficamente la estética de las imágenes, y se apoya en una dirección de fotografía que alimenta el tono sucio y seco que tan típicos serán del género. Si a eso le añadimos la que probablemente sea una de las bandas sonoras más reconocibles que haya visto el western, cortesía del mejor Morricone, y un buen reparto secundario, el éxito se asegura.
El conjunto Leone/Eastwood/Morricone se mantendría hasta completar la trilogía, que tuvo una legión de imitadoras, rivales (alguna igual de mítica) y homenajes en todo terreno audiovisual. A partir de ahí, el estatus de leyenda estaba asegurado.
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¿Tengo que ver esto?: Si no te gusta el western, huye. Ahora, si te gusta mínimamente, es una de las cintas básicas del género. Y si tienes curiosidad porque no lo conoces, una buena manera de descubrirlo.
¿Cuál es el mejor momento?: El duelo final es 10/10, pero personalmente me llega más ese mítico “Prepara tres ataúdes”, a partir del que explota toda la cinta.
¿Dónde debería ver esto?: La frontera mexicana, evitando muros, suena adecuada.
Me ha gustado, ¿dónde hay más?: Segunda y tercera parte son La muerte tenía un precio y El bueno, el feo y el malo. Dentro del spaghetti western recomendaría el Django de Corbucci con Franco Nero, y siguiendo con el western (estadounidense), en esta línea va un poco Los siete magníficos (también adaptación de otra de Kurosawa, Los siete samuráis). Saliéndonos del género, Yojimbo es la versión en clave samurái, con otro tándem sobresaliente de director / actor (Kurosawa / Mifune), en que se basó esta.
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