“Ya te lo dije. Finjo en cualquier momento y lugar, salvo en
el escenario”
No
podemos olvidar en ningún momento que el cine, en su origen, nació como un
medio más, una extensión de la fotografía, para captar momentos cotidianos de
la vida del día a día (y por eso ahí tenemos llegadas de tren a estación y
salidas de catedral en los primeros tiempos). Sería con el ahora recuperado
para el público general, a Dios gracias, Georges Méliès que el cine se
popularizaría con la vestimenta de ficción.
Quizás
por eso resulta tan carismático el cine cuando se reconvierte en metacine, y se
nutre de manera clara y descarada de la realidad para transformar sus
historias. Ya lo hizo hace pocos meses Ari Folman con El congreso que no habréis visto –ojalá me equivoque- porque sois
Satán, pero que realizó un esforzadísimo y muy bien concluido ejercicio de
ciencia ficción, animación y documental que no podía sino maravillar en cada
plano.
Esa
intención de maravilla en cada plano es algo que se repite en Birdman o (La inesperada virtud de la
ignorancia), una película tan elogiada que ya muchos empiezan a apartarse
de ella, asqueados, tildándola de pretenciosa, innecesaria, o aburrida. Al
margen de que no sea ninguna de estas cosas (bueno… pretenciosa tal vez un
poco, sí), es innegable la capacidad de autocrítica (o más bien de reírse de uno mismo) y crítica que hay en esta particular comedia negra.
Y es
que esta se destaca ya desde que vemos al protagonista, un Michael Keaton
envejecido que, recordando los tiempos en que se vestía de licra para salvar el
mundo como Birdman, intenta ahora resucitar su carrera con una adaptación de
teatro en Broadway. Los paralelismos con el caballero gothamita, y la
subsecuente crítica al cine de superhéroes y su primacía actual en la industria,
reflejadas casi en la escena inicial (o algo parecido), son algo a tener en
cuenta.
Matiz:
cuando hablamos de escena inicial lo hacemos por la dificultad de discernir
escenas, salvo por las enormes elipsis temporales que pueda haber (y muy
logradas en general) en una película que consiste en dos horas constantes de
plano secuencia. ¿Ego de Iñárritu? Tal vez. Pero también un recurso impactante
para acercarte al personaje protagonizado por Keaton, y que mantiene al
espectador sin descanso durante toda la cinta.
Esa
técnica de dirección tan lograda se ve reforzada por dos elementos centrales:
las actuaciones, que se salen de la pantalla, y el juego constante entre
realidad y ficción, que incluso en el último instante se vuelve a apuntar. En
cuanto a las actuaciones, Keaton demuestra una vez más (yo la última vez que
recuerdo que lo hiciera de forma clara fue en Bitelchús) que es capaz de ganarse un Oscar si se lo propone, y sin
muchas dudas (Redmayne podría ser la sorpresa, bien es cierto), y que nombres
como Edward Norton o Emma Stone son soberbios cuando se les permite (bueno,
Norton lo demuestra cada dos por tres, seamos sinceros). A Naomi Watts y Zach Galifianakis no los mentamos porque… meh. Cumplen sin problema, pero comparados con los otros tres tampoco es que brillen mucho.
El
guión, a pesar de tirar de esa historia trillada ya de la volubilidad y la
fama, del juego entre la locura del mundo y la locura interior, y a pesar de no
ser una gran sorpresa (el guión juega más con la imprevisión que con la
verdadera originalidad), funciona merced a esa buena construcción, ese punto
bien medido de hasta donde tienen que llegar las cosas, y al buen trabajo de
creación de personajes.
Todo
ello (el guión bien construido, las actuaciones soberbias, la dirección a la
par impactante y pretenciosa), igual que la música reiterativa con esas
baterías desnudas, permite construir una cinta intensa en cada plano, y que
requiere mucho del espectador para entrar en el juego… sabiendo que si este
entra, va a disfrutarlo a cada instante.
Como
último apunte, me veo en la necesidad de mencionar la soberbia adaptación
española. El doblaje en general cumple con buen nivel, como es habitual, pero
es que cuando tocamos al personaje principal, y esa doble voz que le acompaña
(también a imagen de lo que fuera el Batman de Nolan, pero superándolo a años
luz), estamos ante uno de los mejores papeles de Luis Bajo que haya visto en
muchísimo tiempo. Y eso es decir mucho, creedme.
Dicho
todo esto, no servirá ya de absolutamente nada, pero recomiendo presentarse
ante la película sin aspiraciones de que vaya a cambiar la historia del cine,
pero entendiendo al mismo tiempo que es una película bastante atípica. Las
expectativas son algo horrible en este mundo.
Allez-y,
mes ami!
Buenas tardes, y buena suerte.
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¿Tengo
que ver esto?: sí. Si quieres ver algo diferente en las salas, sí.
¿Cuál
es el mejor momento?: Michael Keaton impacta mucho cuando grazna, o cuando
pasea en calzoncillos por Broadway.
¿Dónde
debería ver esto?: en una sala empapelada de cómics de la Edad de Plata de
Marvel y DC. Sería divertido.
Me ha
gustado, ¿dónde hay más?: hay dos cintas que me han venido mucho a la cabeza
viendo esta: Cisne negro y El congreso, salvando que esta es
comedia negra, y que son cintas bastante diferentes entre sí. Puntos en común
los hay, desde luego.
Gran crítica jefe. Sobre lo de pretencioso, es que nada es bueno si no tiene cierto grado de ambición. El problema de ser pretencioso es cuando el tema te queda grande.
ResponderEliminarNo tenía mucho interés en ver la película pero al leer la crítica he cambiado de opinión, lo que no se si es una película que merezca la pena ver la en el cine.
ResponderEliminarHombre, yo creo que es una película que merece el precio de la entrada (al menos de los 4,50 que pagué ayer por ser miércoles jaja). Ahora, visualmente tampoco creo que requiera ser vista en pantalla grande, no estamos hablando de "Interstellar" o de "El viento se levanta" (por citar dos del pasado año de obligado visionado en sala para mí).
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