lunes, 8 de septiembre de 2014

Juego de espías (2001)



“—Por el amor de Dios, no se… no se puede intercambiar a esa gente como cromos de béisbol, ¡no es un puto juego!
—Oh, sí que lo es, eso es exactamente, y ningún juego de niños. Es un juego totalmente distinto. Es un juego serio, peligroso, en el que no puedes perder”

Nunca he ocultado mi predilección por el menor de los hermanos Scott. Puede que fuera un director bastante temático, que lo que en Ridley es (era) genialidad en él fuera simple buen hacer, y que su probablemente mejor película fuera la peor de Tarantino, pero siempre tuvo algo que me gustó. Además, hizo mi cinta de submarinos favorita, así que, qué demonios, justifico el cariño que le tengo.

Ese cariño, sin embargo, no me impide ver que, efectivamente, sin ser malo es un director que podría dar más de sí. Algo más de interés en las historias, algo más de factura… cumple, pero no sorprende. Eso es lo que le ocurre, por desgracia, en Juego de espías.

La trama nos presenta a Nathan Muir, un agente de la CIA en su último día de trabajo en el que, casualmente, todo se tuerce: Tom Bishop, un joven agente al que él entrenó y básicamente enseñó todo lo que sabe, es capturado en una operación para liberar a un preso de una cárcel china, de la que sus superiores no sabían nada. Se inicia una carrera contrarreloj por salvar a Bishop, que será ejecutado a la mañana siguiente y que consiste en, básicamente, tener a Muir dos horas contando sus peripecias con Bishop a lo largo de los años.


Ahí está la gran baza y el gran problema de la película, al mismo tiempo: el flashback de Muir recordando cómo reclutó a Bishop, y alguna de sus misiones más significativas, funciona a la perfección, pero no deja de dar la impresión de que no es sino un trasfondo para una historia más importante, que no se nos termina de narrar.

Aunque, de hecho, se intenta. Muir parece saber que sus superiores poco harán por Bishop, dado el (viva la originalidad) complicado momento diplomático, con EE.UU. y China a punto de firmar un histórico acuerdo de comercio; por ello, se lanza a sus propios tejemanejes para ayudar a su antiguo hombre.

El problema de esos tejemanejes es que Muir va siempre un paso por delante. De todos: del resto de agentes de la CIA y de los pobres espectadores, que la mitad del tiempo nos preguntamos qué está pasando, y que al rato desistimos y esperamos a la explicación final mientras vemos cómo Brad Pitt reparte leches por todo el planeta (y recibe unas cuantas en lindes orientales).

Eso, dicho sea, es una bendición. Tony Scott tenía un gran ojo para filmar secuencias de acción bélica, y eso se ve en cada recuerdo de Muir; por otra parte, el tándem actoral Robert Redford (como maestro) y Brad Pitt (como discípulo), al que ya tuve la ocasión de disfrutar en El río de la vida (esta vez con Redford a los mandos de la dirección), funciona de maravilla, y no solo por el parecido entre ambos.

No, por lo que funciona es porque se nota que a la película le interesa de verdad lo que sucede entre ellos. Decía de la cinta Roger Ebert (hoy no hago más que hablar de hombres fallecidos a los que admiro) que está bien realizada, pero que su gran problema es que no le importa lo que cuenta; de ello hay mucha parte de razón, sobre todo en lo que concierne a la trama del presente, pues los flashbacks son capaces de transmitir todo lo que el complicado y enrevesado juego de Muir no nos sabe hacer llegar.

Y al final, por desgracia, cae en los mismos tópicos de su género, y eso es lo que la condena a la decencia, a pesar de que podía haber sido más. Una música del Harry Gregson-Williams que entretiene, pero no queda para el recuerdo, unas cuantas secuencias trepidantes, y un bonito pasado de los personajes. Lo demás, se lo podía haber ahorrado.

Allez-y, mes ami!

Buenos días, y buena suerte.

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LO MEJOR: Robert Redford y Brad Pitt funcionan muy bien juntos en pantalla, y la historia de fondo de ambos está bastante bien llevada.

LO PEOR: los chanchullos de Muir son complicados de seguir hasta el último momento, y en general no atrapan. Hay un tinte de “vivan EE.UU. y la libertad” que no termina de cuajar con la cierta crítica velada a la CIA.

NOTA: 7,5/10. No es mala, y entretiene, pero podía ser una película que estuviera en el notable alto, y se queda en mucho menos.

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