sábado, 6 de septiembre de 2014

Ahora o nunca (2007)



“Ojalá te hubiera conocido antes de estar muertos”

A veces (a menudo, de hecho), para realizar una gran película basta con tres simples cosas: un buen director, unas buenas actuaciones a los mandos, y una historia interesante o bien contada (o ambas).

Lo primero es algo innegable cuando vemos que la cinta la firma Rob Reiner, un hombre que no logro entender cómo solo tiene una nominación a los Oscar después de haber dirigido This is Spinal Tap!, La princesa prometida, Algunos hombres buenos, Misery y Cuando Harry encontró a Sally, entre otras (al menos los Globos de oro han sido algo más justos con él, y aunque no ha ganado ninguno, ha logrado nueve nominaciones).

Lo segundo está garantizado cuando vemos que a la cabeza del reparto se ponen Jack Nicholson y Morgan Freeman: el uno, Edward, como un magnate multimillonario que cae enfermo y va a parar a uno de sus propios hospitales donde para ganarse a la opinión pública tiene que compartir habitación con otro enfermo de cáncer, Carter, un mecánico que siempre quiso ser profesor de Historia pero tuvo que dejar los estudios para dar de comer a su familia. Sobra decir quién es quién.

En cuanto a lo tercero, probablemente la cinta tiene más de bien contada que de interesante. La trama incide en la relación entre los dos enfermos cuando reciben, con poco rato de diferencia, la terrible noticia: según los médicos, les queda como mucho un año de vida. Edward convence entonces a Carter para llevar a cabo su “bucket list”, una lista de cosas que desearían hacer antes de morir, y que les llevará por todo el mundo.

Aunque interés no falta en el planteamiento, tampoco es nada del otro jueves, pues estamos una vez más ante la historia de dos hombres que, sabiendo que han de morir pronto, deciden aprovechar al máximo sus últimos momentos. Ahora bien, es la realización lo que le da a la película ese tono que la hace tan especial y capaz de emocionar, y que la cubre con una moraleja y una serie de lecciones que no resultan para nada fuera de lugar.

Reiner es capaz de construir una gran relación entre los dos personajes a partir de, básicamente, las eternas conversaciones que señorean la pantalla. Pues es eso lo que vemos: habrá un par de planos de lugares exóticos y bellezas naturales, y una introducción a ambos personajes por separado, pero la mayoría de las escenas nos ponen ante los dos hombres, hablando sin más, ya sea en el Tibet, en un avión, o en la cama del hospital.

El director hace uso del viaje para transmitir esa idea de superación y conocimiento de uno mismo. Ambos personajes tienen sus defectos y sus virtudes, y ambos crecen y mejoran con el tiempo. Carter por fin puede hacer todo lo que siempre quiso hacer; y Edward, hacerlo con alguien a quien pueda llamar amigo. Obviamente, por la naturaleza de la historia, es éste en quien se ve de forma más clara la evolución, pero ello no exime a Carter de un desarrollo que aleja al personaje inicial del último que vemos. La lista la hacen entre ambos, y ambos la cumplen en la medida que la necesitan.

Y no tiene muchas más cartas que ofrecer, porque con eso basta. Los secundarios (mención de honor para Sean Hayes y Rob Morrow, el buen doctor en Alaska) cumplen con recato, al igual que lo hace una música que acompaña sin imponerse. Poco a poco, la historia va tomando un tinte trágico que contrarresta la luminosidad tanto de la banda sonora como de la fotografía, y que sirve para contrastar un final agridulce, y tan bien sobrellevado como el resto de la película.

No sé si decir que está entre lo mejor de Reiner. Probablemente no entraría en un top 3. Pero no por ello deja de ser un peliculón.

Allez-y, mes ami!

Buenos días, y buena suerte.

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LO MEJOR: la historia está muy bien llevada, y los personajes, cuyas actuaciones son soberbias, construyen una relación muy creíble en pantalla.

LO PEOR: peca de tirar un poco de tópicos, y a más de uno le resultará tremendamente moralista. Personalmente no me lo parece, pero puedo entender a quien la vea así.

NOTA: 8,5/10. Magnífica y sencilla. No se le puede pedir más.

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