“Ojalá te hubiera conocido antes de estar muertos”
A
veces (a menudo, de hecho), para realizar una gran película basta con tres
simples cosas: un buen director, unas buenas actuaciones a los mandos, y una
historia interesante o bien contada (o ambas).
Lo
primero es algo innegable cuando vemos que la cinta la firma Rob Reiner, un
hombre que no logro entender cómo solo tiene una nominación a los Oscar después
de haber dirigido This is Spinal Tap!,
La princesa prometida, Algunos hombres buenos, Misery y Cuando Harry encontró a Sally, entre otras (al menos los Globos de
oro han sido algo más justos con él, y aunque no ha ganado ninguno, ha logrado
nueve nominaciones).
En
cuanto a lo tercero, probablemente la cinta tiene más de bien contada que de
interesante. La trama incide en la relación entre los dos enfermos cuando
reciben, con poco rato de diferencia, la terrible noticia: según los médicos,
les queda como mucho un año de vida. Edward convence entonces a Carter para
llevar a cabo su “bucket list”, una lista de cosas que desearían hacer antes de
morir, y que les llevará por todo el mundo.
Aunque
interés no falta en el planteamiento, tampoco es nada del otro jueves, pues
estamos una vez más ante la historia de dos hombres que, sabiendo que han de
morir pronto, deciden aprovechar al máximo sus últimos momentos. Ahora bien, es
la realización lo que le da a la película ese tono que la hace tan especial y
capaz de emocionar, y que la cubre con una moraleja y una serie de lecciones
que no resultan para nada fuera de lugar.
Reiner
es capaz de construir una gran relación entre los dos personajes a partir de,
básicamente, las eternas conversaciones que señorean la pantalla. Pues es eso
lo que vemos: habrá un par de planos de lugares exóticos y bellezas naturales,
y una introducción a ambos personajes por separado, pero la mayoría de las
escenas nos ponen ante los dos hombres, hablando sin más, ya sea en el Tibet,
en un avión, o en la cama del hospital.
El
director hace uso del viaje para transmitir esa idea de superación y
conocimiento de uno mismo. Ambos personajes tienen sus defectos y sus virtudes,
y ambos crecen y mejoran con el tiempo. Carter por fin puede hacer todo lo que
siempre quiso hacer; y Edward, hacerlo con alguien a quien pueda llamar amigo.
Obviamente, por la naturaleza de la historia, es éste en quien se ve de forma
más clara la evolución, pero ello no exime a Carter de un desarrollo que aleja
al personaje inicial del último que vemos. La lista la hacen entre ambos, y
ambos la cumplen en la medida que la necesitan.
Y no tiene
muchas más cartas que ofrecer, porque con eso basta. Los secundarios (mención
de honor para Sean Hayes y Rob Morrow, el buen doctor en Alaska) cumplen con
recato, al igual que lo hace una música que acompaña sin imponerse. Poco a
poco, la historia va tomando un tinte trágico que contrarresta la luminosidad
tanto de la banda sonora como de la fotografía, y que sirve para contrastar un
final agridulce, y tan bien sobrellevado como el resto de la película.
No sé
si decir que está entre lo mejor de Reiner. Probablemente no entraría en un top
3. Pero no por ello deja de ser un peliculón.
Allez-y,
mes ami!
Buenos
días, y buena suerte.
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LO
MEJOR: la historia está muy bien llevada, y los personajes, cuyas actuaciones
son soberbias, construyen una relación muy creíble en pantalla.
LO
PEOR: peca de tirar un poco de tópicos, y a más de uno le resultará
tremendamente moralista. Personalmente no me lo parece, pero puedo entender a
quien la vea así.
NOTA: 8,5/10.
Magnífica y sencilla. No se le puede pedir más.
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