“ - ¿Pueden las máquinas pensar como los humanos?
- La mayoría opinaría que no.
- Y usted, ¿qué opina?
- Depende de lo que entendamos por pensar...”
Estamos
acostumbrados a que cada año surja una película (como pudiera ser Nebraska el año pasado) que es poco
menos que impecable, pero que se va de los grandes premios con las manos vacías.
Y algo me dice que The Imitation Game (me
ahorraré el nombre en español) será la candidata de este año. Ojalá nos
equivoquemos.
Cuando
mi compañero Pablo reseñó el otro gran biopic de esta temporada, La teoría del todo, hizo mención a esta
película, recomendando su visionado. Algo plenamente justificado: no solo la
vida de Alan Turing resulta (con permiso del genial astrofísico) más
interesante que la de Hawking, por todo lo que la rodeó, sino que, en general,
la película sabe sacarle mucho más jugo a todo lo que trata.
Por
resumir para los neófitos: Alan Turing es un afamado matemático del que se
afirma tuvo síndrome de Asperger (lo afirma también el protagonista de la
cinta, Benedict Cumberbacht), y que durante la Segunda Guerra Mundial dedicó
sus esfuerzos a construir una máquina que lograra descifrar los peliagudos
mensajes de la alemana Enigma, algo que le convirtió en un héroe de guerra.
Y
entonces (OJO, LLEGA SPOOOOOILEEEEEEEER PARA QUIEN NO CONOZCA LA VIDA DE ESTE SEÑOR)
a dicho caballero que según se considera ahorró dos años de guerra a Europa, y
que como padre de la informática es bastante responsable del mundo que
conocemos hoy en día, 10 años más tarde fue condenado por el único delito de
ser homosexual. Se le dio a elegir la pena: dos años de prisión o un
tratamiento de hormonas para castrarse químicamente. Sabiendo que no
sobreviviría a la cárcel, eligió la otra alternativa. Después de un año de tratamiento,
y cuando contaba con tan solo 41, se suicidó. (FIN DEL SPOILER PARA LOS QUE NO
CONOCÍAN A TURING).
Y eso
se cuenta con todo lujo de detalles en la cinta, recordando al tiempo que no
fue amnistiado hasta 2013 (hasta diciembre de ese año, de hecho) por
intercesión de la reina Isabel II. Obviamente, ese golpe en la cara de los
británicos ha sentado bastante mal a muchos, y lo incómodo de una película tan
cruda y realista es lo que va a hacer que se vaya de los premios con las manos
vacías.
Es
algo, a mi entender, injustificado. Aunque no sea tan sobresaliente como
algunas de sus compañeros en aspectos concretos, como película me parece la más
redonda de cuantas compiten en los Oscar (sí, mejor que Birdman. Solo Boyhood
creo que se podría equiparar a ella). La historia está muy bien narrada y
aprovechada, y el guión, aunque tenga algún que otro tópico propio de este tipo
de biopics (estamos pensando en Una mente
maravillosa, sí), está llevando con una gran maestría.
En
cuanto a las actuaciones, también se lleva el sobresaliente (que no la
matrícula de honor que, esta sí, merece La
teoría del todo), merced a un plantel muy sólido de secundarios encabezados
por Keira Knightley, Matthew Goode, Charles Dance y el genial Mark Strong; y a
una interpretación protagonista en la que Benedict Cumberbacht, aunque haga de
Sherlock intentando no ser tan Sherlock, está en uno de los mejores momentos de
su carrera (en otro año en que Keaton o Redmayne no estuvieran de por medio
podría merecer estatuilla, de hecho).
Luego
está la originalidad. Sí, ya hablamos de esos clichés (como la narrativa en
tres niveles temporales) muy bien llevados, pero también está el hecho de que
estamos ante una película que pasa bastante del romance (que lo hay, en cierto
modo), para mostrarnos una historia de la guerra en la que no hay guerra: es
una historia de la guerra desde la “inteligencia” que hay detrás, y casi más de
espionaje que otra cosa.
Así, resulta
al final una película redonda, notable-sobresaliente en casi todos sus
aspectos, y magistral en su crudeza y sinceridad. Es incómoda, por supuesto, y
eso la va a pasar factura, pero sin duda será una de las que más recordemos de
lo que pase por nuestra cartelera este año.
Allez-y,
mes ami!
Buenos
días, y buena suerte.
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¿Tengo que ver esto?: sin
duda. Uno de los mejores biopics que haya visto, muy bien realizado y con una
gran fuerza.
¿Cuál es el mejor momento?: las últimas escenas de la película (las del spoiler que he
comentado) te destrozan el alma. De verdad. Y en esos momentos la
interpretación de Cumberbacht roza la perfección más absoluta.
¿Dónde debería ver esto?: en
los túneles del metro londinense durante la guerra.
Me ha gustado, ¿dónde hay más?: Otro gran biopic que toque esta época con también crudeza
sería la fabulosa Creadores de sombras
(aquella de Roland Joffé con Paul Newman sobresaliendo como Oppenheimer). Y,
por supuesto, tenemos Una mente
maravillosa, que me gusta más que esta pero no en exceso (y la de Ron
Howard es una de mis películas favoritas, así que digo mucho).
Me encantó pero como película me gusta más Birdman, otra cosa es que una sea más redonda y la otra, al arriesgar técnicamente más, no lo sea tanto.
ResponderEliminarCumberbacht magnífico. Me recordó, no solo a Sherlock, sino un puntito de Khan en Star Trek.