Super-8 (2011)

En los últimos tiempos, se está propagando en todo Hollywood una tendencia ochentera que se refleja en los remakes y homenajes al cine de aquella época (me vienen a la cabeza, sin pensar, cosas como Conan, Tron: Legacy, Predators, Terminator: Salvation… y suma y sigue). Si bien algunas de estas ideas, aunque atractivas, suponen un fiasco, porque no saben llevarlas a buen puerto sus directores (por más que éstos estén ya consolidados… A Robert Rodríguez le cayeron palos por todos los lados por su versión de Predators), otras son un auténtico éxito, no solo comercial, sino a nivel artístico (habiendo visto hace un par de meses Tron: Legacy, puedo decir que es una maravilla casi al nivel de su predecesora… Desde la doble actuación de Jeff Bridges hasta la estética retro acentuada por la música de Daft Punk). Sin embargo, si hay que destacar algún elemento en común que tienen todas ellas es la enorme expectación que generan.

Eso fue, exactamente, lo que ocurrió el año pasado con el estreno de Super-8, una cinta de ciencia ficción dirigida por J.J. Abrams (nuestro querido cerebro detrás de Lost) y producida por Steven Spielberg que es, ni más ni menos, que un brutal homenaje al cine en general, y al de este último en particular. Las referencias, más o menos indirectas, son constantes: E.T., La Guerra de los Mundos, Parque Jurásico, y sobre todo Los Goonies (producida, aunque no dirigida, por Spielberg). También las encontramos al cine de otros autores, como en el póster de Star Wars que hay en la habitación de uno de los protagonistas, o en la película de zombis que están rodando los chavales, donde aparece una industria llamada “Químicas Romero” (en referencia a George Romero, mítico director de La noche de los muertos vivientes); incluso se puede detectar ciertas escenas que te hacen pensar en el “humo negro” de Lost.

El argumento es, como digo, una especie de revisión de Los Goonies llevado al terreno de la ciencia ficción. Un grupo de chavales de una pequeña ciudad de EEUU están enfrascados en el rodaje de una película de zombies, “El Caso” (el título de Super-8, de hecho, hace referencia a la cámara y el formato de película con la que los chicos ruedan “El Caso”, que es la misma con la que Spielberg, y muchos otros, rodaban siendo más jóvenes) y, al rodar una de las escenas, presentan un espectacular accidente de tren, del que salen vivos de milagro. Poco a poco, se dan cuenta de que el accidente no era lo que parecía, sino que ha sido provocado por un científico, y que los vagones del tren pertenecían al ejército. Claro está, según la historia se desarrolla, el ejército, sin escrúpulos, intenta ocultarlo todo, mientras una especie de criatura gigantesca y misteriosa va haciendo desaparecer cosas y personas de la ciudad (entre ellos, se lleva al sheriff, lo que deja al cargo de la situación al padre del protagonista, Joe). Mientras algunos de los chicos quieren olvidarse de lo que ha pasado, y seguir con el rodaje de la película, Joe les arrastra en su investigación sobre lo que ha visto. Se añade a todo la historia de amor entre Joe y Alice, una relación que no quieren permitir los padres de ninguno de ellos (y que, afortunadamente, no se termina de desarrollar, así que no convierte a la película en un pastelón insufrible), el trauma que arrastra Joe por la muerte de su madre poco tiempo atrás.

La originalidad, desde el primer momento, brilla por su ausencia. Todo (o casi todo) lo que forma parte de la historia es una referencia clara a películas de los ochenta y, en el fondo, como ya se ha dicho, un batiburrillo de elementos de otras obras de Spielberg (la mayoría de su época con Amblin como productora que, de hecho, produce también ésta, junto con Bad Robot). Un plagio descarado, vamos, alentado por el propio Spielberg. Abrams logra juntar todos los elementos de forma coherente, eso sí, y desarrollar la historia con bastante naturalidad y clase. He de reconocer un puntazo a favor de la película: últimamente, he desarrollado la manía de comprobar la hora un par de veces cada vez que veo una película (ya sea porque me está gustando tanto que no quiero que termine, ya sea porque me está aburriendo a más no poder); sin embargo, viendo Super 8, me abstraje totalmente y no miré la hora ni una sola vez, cosa que no me pasaba con ninguna película desde hace tiempo. Entretenida es, sin duda.

Desde un punto de vista técnico, excelente, por supuesto, como cualquier obra en la que esté metido Spielberg de por medio (y consecuentemente también Industrial Light and Magic, el estudio de George Lucas). La fotografía es excelente; los planos, brutales; y la banda sonora cumple con creces (con la maravillosa inclusión de “My Sharona” como tema principal de la película). Y las actuaciones, por lo general, son bastante buenas (hasta los chavales lo hacen bien, cosa que no suele ocurrir muy a menudo en películas más o menos comerciales).

Si bien no termina de copar todas las expectativas que generó (en mi caso por lo menos, me esperaba que ofreciese algo más), es sin duda una película perfectamente construida, que merece la pena ver.

Allez-y, mes ami!

Buenas tardes, y buena suerte.

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LO MEJOR: algunos de los personajes son maravillosos; por ejemplo, Cary, el chaval obsesionado con explotar cosas. O Donny, el yonki de la tienda de fotografía. Las referencias también están magníficamente traídas, aunque muchas de ellas son un tanto sutiles y difíciles de percibir si no estás muy atento.

LO PEOR: el doblaje, en el caso de los protagonistas adolescentes, es poco mejor que horroroso y dañino para los oídos (aunque en el resto de los actores es bueno tirando a muy bueno). Y aunque las referencias son un punto fuerte de la película, repercuten en esa falta de originalidad que no le hace ningún bien.

VALORACIÓN: 7,5/10. Es entretenida, está bien dirigida y la historia no es mala. No es un peliculón como los que hacía Spielberg hace 30 años, pero sí un homenaje maravilloso a esas cintas míticas.

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Trailer Super-8 (subtitulado en español)

Trailer 2 Super-8 (subtitulado en español)