domingo, 17 de mayo de 2015

El cuento de la princesa Kaguya (2014)

Una Noble princesa no abre su boca para reír.
Princesa Kaguya: ¡Eso es estúpido! ¡Hasta una princesa tiene que sudar y reírse algunas veces!... O querer llorar. ¡O enloquecer y gritar!
Lady Sagami: No. Una Noble Princesa...
Princesa Kaguya: ¡Entonces una Noble Princesa no es humana! - See more at: http://www.frasesdepeliculas.com.co/2014/12/frases-pelicula-el-cuento-de-la-princesa-kaguya.html#sthash.5fGJOiVh.dpuf

   "-Una noble princesa no abre su boca para reír.
-¡Eso es estúpido! ¡Hasta una princesa tiene que sudar y reírse muchas veces! O querer llorar... ¡O enloquecer y gritar!
-No. Una noble princesa...
-¡Entonces una noble princesa no es humana!"
Una Noble princesa no abre su boca para reír
Una Noble princesa no abre su boca para reír.
Princesa Kaguya: ¡Eso es estúpido! ¡Hasta una princesa tiene que sudar y reírse algunas veces!... O querer llorar. ¡O enloquecer y gritar!
Lady Sagami: No. Una Noble Princesa...
Princesa Kaguya: ¡Entonces una Noble Princesa no es humana! - See more at: http://www.frasesdepeliculas.com.co/2014/12/frases-pelicula-el-cuento-de-la-princesa-kaguya.html#sthash.5fGJOiVh.dpuf
Una Noble princesa no abre su boca para reír.
Princesa Kaguya: ¡Eso es estúpido! ¡Hasta una princesa tiene que sudar y reírse algunas veces!... O querer llorar. ¡O enloquecer y gritar!
Lady Sagami: No. Una Noble Princesa...
Princesa Kaguya: ¡Entonces una Noble Princesa no es humana! - See more at: http://www.frasesdepeliculas.com.co/2014/12/frases-pelicula-el-cuento-de-la-princesa-kaguya.html#sthash.5fGJOiVh.dpuf

 
Para los que leísteis mi crítica de La canción del mar, entenderéis que piense que los Oscar en la categoría de Mejor Película Animada son una patraña con todas las letras. Y me duele, me duele en el alma porque la ganadora de este año me gustó bastante, me hizo pensar que Disney había querido tirar de una faceta aprovechable ahora que tienen un universo de superhéroes a su disposición. Vi una película de Marvel con el mejor toque Disney, y me alegré. Tenía sus problemas, evidentemente, pero me alegré. ¿Que si me estoy haciendo pesado con esta introducción? Sí, pero dejad que me explique.

Pensaba que el nivel de este año era alto, muy alto. Si la lucha iba a estar entre Big Hero 6 (a la que colé en mi top 5 del año pasado, con un par) y Cómo entrenar a tu dragón 2, iba a ser un bonito enfrentamiento. No me pareció justo el premio para Disney (me moló más la cinta de Baymax, pero Hipo y su prole merecen llevarse esa estatuilla alguna vez), y para colmo recordé que, apartadas del mundo, estaban varias pelis a las que nadie iba a hacer ni caso.

A Los Boxtrolls le cayó el San Benito de ser la película que no se habría merecido la nominación en detrimento de La Lego Película (¿y por qué no? Está bastante bien, oye) y de El cuento de la princesa Kaguya y La canción del mar iba a pasar todo quisqui. Por falta de publicidad, porque no interesaban o por ser "cosas de chinos" (frase textual dicha por uno de los miembros de la Academia que iba a votar en el premio en cuestión).



Hará una semana y pico, la plana mayor del blog fue a ver la cinta de Tomm Moore, y bueno... todo lo que no hayamos dicho ya será poco. Obra maestra y nos quedamos cortos. Los Oscar, otra vez, volvían a ser una mafia. En esas, me pregunté, curioso, cómo habría puesto Isao Takahata (director de La Tumba de las Luciérnagas, Heidi y Marco, entre otras muchas cosas) punto final a su carrera y si habría tenido algo que hacer, en un mundo justo, contra la genialidad irlandesa que es La canción del mar.

Y bueno, digamos que no la supera por poco. Y eso que estamos hablando de una película que fue un fracaso comercial en Japón y que, en cierta medida, ha contribuido al cierre temporal de una arruinada Studio Ghibli. Una ambición sin igual plasmada en un colosal apartado artístico y una historia inspirada en un mito nipón que, gracias al cielo, obtuvo al menos el premio a la nominación (Takahata NUNCA había sido nominado) y empezó a pasearse por Europa y a encandilar a la crítica.




Si os estáis preguntando cuándo llegará a España, la respuesta es JAMÁS... al menos en una sala de cine. Sí, a mí también me resulta criminal, pero lo cierto es que aquí Vertigo Films sólo va a distribuir la cinta en DVD y Blu-Ray a partir del 6 de junio. ¿Os merecería la pena gastaros vuestro dinero en esto para entonces? Sí y mil millones de veces sí, pero cuidado. Mucho cuidado.

Antes de hacer nada, es necesario advertir que El cuento de la princesa Kaguya es una obra bastante experimental, contada a través de una estética de mito y con un estilo de cuento que puede chocar bastante al espectador que se espere ver algo típico de la factoría Ghibli. Por una parte puede entenderse así su fracaso, y por otra puede verse que hay demasiada gente con poco gusto. Porque Kaguya es, si se saborea y se mira como se merece, una maravilla, uno de los mejores trabajos del estudio (con todo lo que eso significa) y una de las mejores películas del pasado año en general.



La historia ya es de por sí muy tradicional y ambientada en el famoso cuento del folklore japonés: una voz en off nos introduce en un bosque, donde un campesino encuentra una hermosa y diminuta niña entre las hojas de una planta de bambú. Y el hombre, pensando que los dioses lo han bendecido, se la lleva a su casa para criarla junto con su mujer. A partir de este momento, al matrimonio le perseguirá la dicha y la fortuna, mientras la pequeña crece a una velocidad pasmosa para convertirse en una hermosa y extraordinaria mujer. No obstante, la suerte de sus padres acabará convirtiéndose en un calvario para ella cuando su mundo y su vida cambien para siempre.

Si sabéis más o menos de qué va este cuento, sabréis también como acaba. Si no, como es mi caso, descubriréis una fábula llena de tópicos como la avaricia, el afán de lucro, la dicotomía entre campo y ciudad... pero con todo el encanto que Ghibli y Takahata aportan a la obra. Y es que la película puede dividirse en dos secciones claramente definidas: una primera en la que Kaguya crece en su pueblo junto a los campesinos, viviendo una vida de dificultades y pobreza, pero feliz; y otra en la que descubre las miserias de la corte imperial nipona, llena de opulencia y donde las reglas, estricto control y protocolo y nula generosidad y trato entre sus habitantes llevarán a la protagonista a sufrir un duro proceso de aclimatación que, por mucho que intenta, no puede superar.



La magia de Takahata reside en coger la historia original y dotarla de una profundidad y psicología interna realmente interesante. Y no solo en la protagonista, una de las más icónicas de la historia del estudio, sino también en los secundarios. Los padres adoptivos de Kaguya tienen unos roles marcados de sobreprotección para su pequeña, ya que el progenitor tiene claro en todo momento que el destino de Kaguya es el de convertirse en una princesa, y ahí reside el gran enfrentamiento, tanto interno como externo, de la prota. Su madre, por su parte, añora la vida en el campo y comparte los sentimientos de Kaguya acerca del clima de la corte.

Otros secundarios muy interesantes, aunque para mi gusto poco aprovechados, son algunos de los pretendientes de Kaguya en la corte o su mejor amigo en el campo, Sutemaru, así como el mismísmo emperador de Japón, con una intervención breve pero muy importante e intensa. Aunque por supuesto, la protagonista es el gran pilar de toda la grandeza de la peli. Kaguya reivindica la manida historia del "yo no quiero ser una princesa" con un toque muy maduro e inteligente y, por qué no decirlo, también muy amargo. No esperéis final feliz aquí...


Todo esto, unido a una complicada reivindicación de la figura femenina en una época tan poco propensa a ello, se aborda de forma introspectiva, detallada y pausada para que no perdamos detalle de la psicología del personaje. Y sin embargo, la cinta tiene un ritmo realmente bueno. Me resulta bastante raro decir algo como esto en una película de Isao Takahata que dura la friolera de 137 minutos contados, pero lo cierto es que la trama engancha, la protagonista enamora, todo se desarrolla con fluidez y se disfruta y se pasa mal sin tener que mirar al reloj de vez en cuando.

Resulta esto chocante porque, si bien es cierto que la historia es magnífica y el guion, sus personajes y grandes momentos la hacen especial, no se corta a la hora de tirar de muchos tópicos, como ya he dicho, bastante utilizados pero que ganan enteros gracias a la forma en que se cuenta la historia: como un hermoso cuento de dos horas y cuarto.


 Además, Takahata (que este año ha cumplido nada menos que 80 tacos) es un director cuyo estilo, marcadamente oriental y completamente distinto al de Miyazaki, se caracteriza por otorgar un peso enorme a los planos, diálogos, la atmósfera... Lleva a cabo un cine más parecido al del gran Akira Kurosawa, pero trasladándolo a la animación y también con excelentes resultados, lo cual no quita que algunas de sus películas (Recuerdos del ayer, Pompoko) se hagan medianamente pesadas.

Dicho todo esto, puede que la película no atraiga demasiado, pero sólo por el apartado técnico deberíais verla obligados. El trabajo artístico realizado por los chicos de Studio Ghibli es desbordante, con un estilo de dibujo a mano con lápices, pinceles y acuarelas bellísimo que ayuda a meternos mejor en el folklore japonés que rodea a la cinta. 


Una auténtica obra de arte que despierta admiración y que convierte cada fotograma en un lienzo digno de exponerse en los mejores museos del mundo, lo que explica el enorme presupuesto utilizado por Ghibli para sacar la cinta adelante. Además, algunas escenas puntuales de la trama son excepcionales, desbordantes y dejan el aliento seco. Parece mentira que algo así haya podido concebirse y llevarse a la gran pantalla.

Y eso por no hablar de la música, compuesta de nuevo por el gran Joe Hisaishi y que nos deja de nuevo magníficas y sentidas melodías que no podrás quitarte de la cabeza. Especialmente hermosa es la canción de los créditos, "Inochi No Kioku", que viene de perlas para derramar lágrimas como un descosido tras la espectacular escena final. 

En cuanto al doblaje, no sé qué habrán hecho en su versión española, pero dudo horrores que puedan superar al original y al papel de la protagonista, con la dulce voz de Aki Asakura, que dota a Kaguya de una personalidad majestuosa y pone los pelos de punta en las escenas que lo requieren. 


Con todo y, a pesar de ser un grandísimo título, es la primera vez que pienso que una película de Studio Ghibli no se merecía el reciente Oscar. Se lo merecía mucho más que la ganadora, evidentemente, pero La canción del mar... en fin, es demasiado buena para ser verdad. Vedla por vosotros mismos y ved también El cuento de la princesa Kaguya, probablemente la última gran joya de Studio Ghibli y una genial despedida del otro genio de la animación japonesa, Isao Takahata, que ha conseguido tarde pero a tiempo la nominación que ha perseguido toda su vida.

Un tesoro al que nadie hará mucho caso y que saldrá directamente en disco, pero que encierra un cuento largo, duro, realista y doloroso como la vida misma. Una historia de vida, en definitiva, que es mejor que descubráis por vosotros mismos. Una de las grandes desconocidas del pasado año.

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LO MEJOR: la animación, que ya de por sí la convierte en una película de culto. La protagonista es genial, la música de Hisaishi una gozada y el ritmo es prácticamente perfecto. Algunas escenas que, en un mundo justo, formarían parte de la historia del cine.

LO PEOR: su peculiar estilo y recursos experimentales echarán atrás a aquellos que busquen cine de animación de toda la vida. Tira de tópicos de forma bastante acusada, aunque los utiliza muy bien. Secundarios poco aprovechados o con poca chicha en ocasiones.


VALORACIÓN: 8,75/10. Quizás, el último gran título de la factoría Ghibli y el mejor adiós posible de Takahata. Como los vinos, mejorará y se la reconocerá con el tiempo.

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Tráiler en inglés


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