“Te quiero desde el momento en que el viento te trajo a mí”.
Hace apenas horas que Spartan George y un servidor hemos visto el canto de cisne de Hayao Miyazaki. Sí, el canto de cisne, porque aunque se nos insinúe que el realizador nipón quizá acabe volviendo por tozudez... ya os adelantamos que no. El viento se levanta es la última, la definitiva, la despedida soñada que cualquier director de renombre querría tener. Lo deja claro durante todo el metraje y como pequeño mensaje subliminal, pero es hora de que nos concienciemos. Se ha acabado un ciclo.
Y antes de comenzar con el análisis propiamente dicho, tengo que decir que no me ha sido nada fácil contener mis emociones, ni cuando terminaron los créditos ni a la hora de publicar esta reseña. Las películas de este hombre han sido parte de mi vida desde que las descubrí hace apenas dos años. Y ahora, siendo adulto, he podido disfrutar de lo que no he podido de niño con la magia de uno de los mejores directores de todos los tiempos.
El viento se levanta se desarrolla a modo de biopic de la vida del ingeniero aeronáutico Jiro Horikoshi, creador del tristemente conocido caza Mitsubishi Zero, el modelo en el que miles de japoneses sacrificaron sus vidas en sus vuelos kamikaze en la Segunda Guerra Mundial. De esta forma, observamos el proceso de crecimiento y madurez del protagonista, cuyo único sueño y gran pasión es el de construir aviones hermosos. Sueño que, por desgracia, choca con la turbia realidad del Japón de los años 20, con crisis económica, pobreza, atraso y preparación para un conflicto bélico a gran escala que promete arrasar los cimientos de la nación.
Pero no todo son aviones y sueños en El viento se levanta. Por primera vez en su carrera, Miyazaki trata el amor de una forma extremadamente realista, como se aprecia en la segunda parte de la película, donde las construcciones aeronáuticas, los modelos, los planos y el lenguaje técnico se sustituyen por un romance tan sincero como hermoso y que toca toda fibra sensible que se precie.
Así pues, es necesario decir que la película se observa como el proyecto más maduro, complejo, adulto y personal del japonés, aún queriendo dejar claro que toda desgracia siempre alimenta una esperanza. Miyazaki se olvida aquí de la fantasía, la magia y la epicidad para crear una historia pausada, realista, dramática y muy cercana, pero con la brillantez y el mimo de siempre. ¿Y funciona?
Sí. Maldita sea, sí y mil veces sí. Aunque El viento se levanta no está exenta de defectos y por momentos puede costar digerirse (en especial a la hora de mostrar diseños y planos de aviones, con un lenguaje técnico que puede traértela al pairo), es muy probable que tenga algunas secuencias y momentos que son lo mejor que ha hecho Miyazaki en su vida. A sus 73 años, con toda la experiencia acumulada de una existencia dedicada al cine, el maestro nos regala un realismo calmado y serio, pero a la vez terriblemente arrebatador.
Y es que, si bien la primera parte de la película puede atragantarse por ese fetiche constante de Jiro por la aeronáutica, se lleva felizmente mejor gracias a unos planos y a una animación de lujo, inverosímil, radiante, de matrícula, y que supera por poco, aunque parezca mentira, el majestuoso trabajo que se hizo en Arriety en el mundo de los diminutos. Por no hablar de los sueños de Jiro, en los que comparte confidencias con su ídolo italiano, el ingeniero Caproni, que aparecen en diversas ocasiones a lo largo de la cinta y que representan la genialidad en su punto álgido. Sublime.
Pero lo mejor de la película, sin ninguna duda, es el romance entre Jiro y la joven Naoko, enferma de tuberculosis, tan maravilloso, realista y enternecedor que cada momento que comparten juntos en pantalla se convierte en un torbellino de sutileza, encanto y amor a la vida que hace llorar. Mucho. Parece increíble lo bien que maneja Miyazaki las emociones y cómo convierte a sus personajes en pequeñas obras de arte. Y con Jiro y Naoko, a decir verdad, es muy probable que haya conseguido crear a la pareja más madura y profunda de toda su filmografía.
Y ahora entramos en el debate político, que ha traido de cabeza a la película en Japón y en cierta parte en Estados Unidos. Seré sincero: hay cositas que pueden chirriar. Esta claro que el hecho de que un personaje como Jiro Horikoshi, creador del Mitsubishi Zero, sea el protagonista de una película de animación y pretenda servir de ejemplo como persona modelo para la sociedad... Ñfmblg. Y más cuando la película no se basa en su biografía real, sino que se toma toda clase de licencias para mezclarla con la novela homónima de Tetsuo Hori, "El viento se levanta", en especial para crear la historia de amor entre Jiro y Naoko. Como dice Honjo, el mejor amigo de Jiro, "los ingenieros no fabricamos y vendemos bombas", aunque la línea a la hora de polemizar es estrecha....
Pero también tengo que decir que ese "lavado de cara" que otorga Miyazaki a Horikoshi también puede justificarse en parte gracias a las profundas lecciones y conflictos que se desarrollan en la cinta. Hayao vuelve a dejarlo claro: es antibelicista y lo será hasta que se muera. Y eso lo demuestra cada vez que Caproni habla con Jiro, dejándole claro que los aviones son hermosos sueños, no máquinas empleadas para la guerra.
También esto se puede apreciar en la crítica brutal y desenfrenada a los nazis y al auge del fascismo en Japón (con dardo hiriente a la policía secreta de la época), incluyendo un hachazo poco sutil a la política de los años 20-30, donde gran parte del presupuesto del PIB se destinaba a proyectos militares mientras la población vivía en su mayoría en un entorno de gran atraso respecto a Europa y Estados Unidos.
Y es que si en algo acierta de pleno El viento se levanta es en la ambientación. La sociedad y las desgracias del turbulento Japón de la época se muestran a la perfección, metiendo al espectador de lleno en la acción. Eso y la acertada simbología de la cinta, como vemos cada vez que se levanta, literalmente, el viento en pantalla o cuando cambia la gama de colores para mostrar parajes alegres o deprimentes, no puede más que aplaudirse.
En cuanto a los personajes, Miyazaki vuelve a crear, como ya he dicho, obras de arte andantes completamente diferentes y geniales. Esta vez, justificándose en el entorno y el realismo de la época que trata, los elementos más destacados son los masculinos, donde Jiro, su jefe Kagawa o Caproni, entre otros, son creaciones increíblemente deslumbrantes y únicas, cada uno con una personalidad distinta, marcada y muy acertada, dando como resultado un elenco carismático y espectacular. Las que salen perdiendo, por contra, son las aportaciones femeninas que, aún así, siguen siendo maravillosos elementos en segundo plano, en especial la hermana de Jiro o la adorable Naoko.
El apartado técnico es otro de los muchos puntos fuertes de la peli. Ya he dicho que la animación es de matrícula, pero es que la música tampoco se queda atrás. La partitura de Joe Hishaishi se ensambla con las imágenes para crear un espectáculo audiovisual magistral y que deja, literalmente, con la boca abierta. Y eso por no hablar de la canción que acompaña a los créditos, Hikoikigumo, compuesta por la cantante Yumi Arai y que da mil patadas a "Let it go" o cualquier tema que se os ocurra. Por otro lado, el hecho de que los sonidos del entorno (ya sean terremotos, las hélices de un avión o la locomotora de un tren) sean hechos de forma natural es un puntazo, porque quedan de forma genial.
Y en cuanto al doblaje en nuestro idioma, lo cierto es que casi todo es soberbio. Y digo "casi" por el hecho de que las voces al inicio de la película (en especial la del Jiro niño) son en general bastante flojas. Este problema desaparece cuando el prota pega el estirón, con un trabajo digno de elogio de voces tan destacadas como Raúl Llorens, Alberto Mieza o Juan Carlos Gustems.
Llegados a este punto, toca sacar conclusiones razonadamente. ¿Es El viento se levanta la mejor película de Miyazaki? Para nada, aunque se coloca fácilmente entre las 5 primeras y entre las 3, si se precia. ¿Merecía llevarse el Oscar? Sí, sí y mil millones de veces sí. La única razón plausible que veo a que no se lo dieran es que los críticos de Hollywood no vieran la peli por pereza y barrieran para casa, porque si no no me explico. No es perfecta, no es una obra maestra, pero supera ampliamente (salvo en el caso de Ernest y Célestine, cuya crítica podéis leer aquí) a todas sus competidoras. Es la mejor despedida posible y la obra más personal de Miyazaki desde Porco Rosso, salvando las distancias. Es una película magna, una cinta monumental, el último regalo de un realizador cuya obra y legado se recordarán para siempre.
Para terminar, me gustaría, personalmente, aunque también en nombre de todo el equipo de Yo me bebo tu batido, darle las gracias a Hayao por todo. Por El castillo de Caligostro, Nausicäa en el valle del viento, El castillo en el cielo, Mi vecino Totoro, Nicky, la aprendiz de bruja, Porco Rosso, La princesa Mononoke, El viaje de Chihiro, El castillo ambulante, Ponyo en el acantilado y, ahora por último, El viento se levanta. Por guiones sublimes como el de Arriety, Susurros del corazón o La colina de las amapolas. Por levantar, junto a Takahata, Studio Ghibli, una fábrica de sueños. Por crear personajes y mundos inolvidables que nos acompañarán para siempre. Por acercar Japón al resto del planeta mediante la mejor animación. Por transmitir valores humanos en pos del bien común y contra la guerra. Por revolucionar el anime hasta llevarlo a cotas inimaginables.
Y como bien deja claro en su última película con esa frase lapidaria del poeta Paul Valery, "el viento se eleva, tenemos que intentar vivir". Sin tus películas será un poco más complicado. Hasta siempre, maestro.
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LO MEJOR: apartado visual escandaloso, épico doblaje, música sublime, extraordinarios y revolucionarios efectos, brillantes, complejos y realistas personajes y un romance indescriptible. Y el final...
LO PEOR: algunas escenas que no vienen demasiado a cuento, su a veces excesivo enfoque en el tecnicismo aeronáutico, algunas voces al principio de la película y un ritmo que, si bien es tolerable, puede desesperar al menos paciente.
NOTA: 8,75/10. Miyazaki nos dice adiós de la mejor forma posible, con una cinta que representa el auge en la madurez de su cine y que pone el broche de oro a una carrera inmaculada.
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Me muero de ganas por verla, en un principio iré el miércoles que viene, así que de ser así pronto podré dar mi opinión de la cinta.
ResponderEliminarSuscribo casi por completo todo lo dicho.. Como para no, ya hicimos el debate post-película. Aún me cuesta contener las lágrimas solo con pensar en ella...
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