"Para mí sólo eres un desconocido que jura decir siempre la verdad, ¿cómo sé que eso no es una mentira?"
Acabo de ver una peli. Española, de bajísimo presupuesto y que huele a independiente que tira pa'trás. Mal asunto, pensaréis, mal asunto, pensaba yo antes de verla. Pero cuando la recomendación insistente de un familiar es tan fuerte, al final acaba picando la curiosidad, y para bien, porque tras haber visionado Stockholm puedo gritar con orgullo que una cinta patria se ha ganado un lugar hondo en mi corazón.
Y no por sus interpretaciones, por su majestuosidad o por una calidad técnica de matrícula, para nada. Stockholm, dirigida por Rodrigo Sorogoyen, es minimalista en el más amplio sentido de la palabra, hasta el punto en el que únicamente dos personas centran la acción y consiguen captar la atención de forma inteligente y sin ninguna estupidez propia de engendros yonaiboixianos tipo Amanecidos u otras producciones que pretenden decir mucho y en realidad no dicen una mierda.
Y lo cierto es que, en un principio, la peli que nos ocupa no parece decir gran cosa. Una noche de fiesta, un chico random que se fija descaradamente en una chica random y que se ofrece a conquistarla mediante chistes, buenas caras, modales simpáticos y mucha verborrea. A priori, parece un buen tío, alejado de los típicos perlas que buscan una noche de polvo fácil y luego si te he visto no me acuerdo. Ella, que se cuida mucho de acabar en brazos de Don Juanes indeseados, tímida y reservada, al final acaba seducida por sus encantos. Durante la noche, todo es maravilloso, un perfecto teatro, un cuento de hadas con final feliz, pero a la mañana siguiente las máscaras caen y la función termina, mostrando la mentira el peor de los rostros.
Es a partir de esa mañana donde Stockholm pasa de volverse normalita y previsible a alcanzar las cotas de prestigio y de buen hacer que le han valido numerosos premios en diversos festivales de cine. Todas las cosas que ocurrieron antes del amanecer cobran significado de forma cruel, y los papeles se intercambian completamente. Él (Javier Parera) y Ella (Aura Garrido), los dos grandes protagonistas, una noche y un día de 90 minutos que funcionan de forma brillante.
¿Y cómo se consigue esto? Para empezar, Stockholm no busca un tipo de cine expresivo y contemporáneo en el que el argumento en sí es lo de menos. Aquí, cada acto, cada pequeña gran mentira del teatro de la noche retumba brutalmente cuando sale el sol. Todo, absolutamente todo, tiene un significado en unos diálogos a priori bastante comunes y sin mucho esfuerzo, donde los protagonistas se conocen y donde el intrépido, chistoso, sincero y creído Él juega con la recatada y reservada Ella al juego del polvo rápido. Es a partir de la mañana, cuando el muchacho muestra su verdadero rostro, cuando al espectador se le pone la carne de gallina al contemplar hasta qué punto puede el ser humano hacer un daño monstruoso a otro.
Además de mostrar una clase de personas capaces de hacer cualquier cosa por conseguir lo que quieren sin sentirse luego culpables, Stockholm también nos enseña a aquellas, como en el caso de Ella, que se entregan completamente a alguien que no les llega ni a la suela de los zapatos. Las interpretaciones de los protas contribuyen a acentuar este intenso mensaje, especialmente la de Aura Garrido, que representa su rol de forma sobresaliente. Javier Parera, por su parte, está más que correcto en lo que le pide su personaje, aunque durante la primera parte de la cinta peque en ciertos puntos de sobreactuación en exceso, cosa que (¡sorpresa!) le valió el Goya a actor revelación.
Para rematar la faena, Stockholm utiliza de forma magistral e inteligente el poco presupuesto con el que cuenta para dotar al espectador de una fotografía de corte exquisito de las calles de Madrid y unos usos de la cámara muy bien aprovechados, que dotan a la película de un mínimo pero más que suficiente encanto técnico teniendo en cuenta sus limitaciones. La música, por otro lado, apenas aparece, pero siempre que lo hace ambienta con fuerza y resalta todas las situaciones (como por ejemplo un pasaje de la Gazza Ladra de Rossini), por lo que no peca de imprecisa y cumple perfectamente con su función.
Con esto, poco más se puede decir acerca de una película que, sin buscar un gran reconocimiento, es capaz de llegar a todo tipo de público gracias a un gran giro de los acontecimientos, unas buenas actuaciones y un guion notable, que muestra una cara terrible y peligrosa de la juventud y también del género humano en general, y que nos demuestra de forma ingeniosa que el cine español guarda algún as más que interesante bajo el brazo.
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LO MEJOR: el giro del guion a partir de la mitad, la interpretación de Aura Garrido, la fotografía, su profundo mensaje y el excelente aprovechamiento de los recursos con los que cuenta.
LO PEOR: la actuación de Parera a veces roza el absurdo, y para llegar a lo realmente bueno hay que ser bastante paciente.
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NOTA: 7,5/10. Asequible, directa, dura y con un trágico mensaje, Stockholm es uno de los productos de factoría española de los que podemos presumir en este blog. Dale una oportunidad y no te arrepentirás.
La echaré un vistazo, era de lo que mejor pinta tenía en los Goya, cosa no muy díficil la verdad. Las nominadas de este año han sido bastante pobres, más de lo habitual. De hecho, la mejor y triunfadora al final de la noche (Las Brujas de Zugarramundi) no fue nominada, sí La Herida, La gran Familia Española y 3 Bodas de más. Un puñetero chiste.
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