“- ¡Las manos arriba!
- No
- ¿Qué? ¿Por qué?
- No tengo ganas.
- ¡Pero voy armado!
- Me da igual.
- ¡Eso no tiene sentido!
- Qué pena…”
Por una vez, voy a hacer algo que no suelo hacer: voy a empezar la crítica con el tráiler de la película. Que es uno de los tráilers más geniales que haya visto en mucho tiempo. Y luego ya, al lío.
No
sé mucho sobre Martin McDonagh. Sé que es irlandés (se nota un huevo), que se
llevó un Oscar por un corto y que su primera película, Escondidos en Brujas, gustó a muchísima gente, pero a mí nunca me
terminó de convencer. Sin ser mala, sentía que le faltaba algo. Poco más sé
sobre él, aparte de que esta es la tercera vez que veo Siete psicópatas, y es la tercera vez que me paso dos horas pegado
a una pantalla disfrutando como un enano con sangre, violencia, comedia negra y
surrealismo, como con el mejor Tarantino.
La
comparación no es ociosa, aunque pueda parecerlo. Hay mucho del de Tennessee en
este film. Obviamente, no lo voy a comparar con Pulp Fiction o con Django
Desencadenado. Habrá a quién le guste y a quién no, pero lo que hace
Quentin es ya historia del cine. Lo que hace McDonagh no, ni pretende serlo…
pero en lo que a buen hacer y entretenimiento se refiere, no se queda atrás. Le
falta, en todo caso, el sello personal.
La
historia es como sigue: un escritor, Marty, interpretado por un interesante
Colin Farrell, está escribiendo un guión para una película titulado “Siete
psicópatas”. Pero no quiere hacer “la típica peli de tíos con armas en las
manos”. Quiere que sea una peli sobre el amor, la vida y la paz, pero
protagonizada por psicópatas. Primer punto para el surrealismo.
A
partir de ahí, tenemos a los psicópatas que van apareciendo después de que el
mejor amigo de Marty, Billy, ponga un anuncio en una revista para que cualquier
psicópata que se aburra llame para contar su historia, y así dar alas al guión.
A todo esto, Billy, que se dedica a robar perros para luego devolverlos y
cobrar la recompensa, le roba su precioso perro a un mafioso obsesionado con el
animal, y claro, pues se lía.
En
el personaje central, que es irlandés y alcohólico (o sea, que es Colin
Farrell), se acaban las semejanzas con el realismo. Porque lo que sigue, es un
absurdo detrás de otro, y ahí está el delirio de la cinta, que no se toma las
cosas en serio, sino que exagera todo y se ríe de sí misma hasta la saciedad.
Lo que no es absurdo per se, lo es porque forma parte de un sueño. Y así dos
horas.
El
guión, aprovechando eso, se construye con una gran maestría y un muy buen ritmo
narrativo, mientras va identificando constantemente el guión que Marty escribe
con la propia historia que tiene lugar en la película, tirando cuando es menester
de flashbacks para enlazar ambas. Constantemente se hacen guiños, sobre todo a
lo que será el final que, como Billy dice desde el primer momento… “solo puede
acabar mal”.
Sin
embargo, eso por sí solo no explica el buen hacer de la película. Quiero decir,
es un buen guión, la dirección es buena, la comedia le sienta genial (hasta
donde sé, Six Shooter, el corto que
le dio el Oscar a McDonagh tocaba psicópatas y comedia, así que tiene
experiencia)… pero no es Tarantino. Quentin puede convertir una película en una
obra maestra solo con su guión: da igual lo que haga con los demás aspectos,
que el guión va a ser la pieza fundamental que le de un gran valor (aunque le
queremos por el buen uso que hace de todos los elementos cinematográficos);
McDonagh no puede hacer eso, por lo que recurre a una gran baza: los actores.
No
me gusta convertir opiniones personales en afirmaciones categóricas, y menos en
lo que al arte se refiere, pero por esta vez, me lo voy a permitir: Sam
Rockwell es uno de los mejores actores que hayan pisado la faz de la tierra
desde el funeral de Aquiles, o incluso un poco antes. Se come la película. En
cada plano. Y sin miramientos.
Christopher
Walken está entrañable, y tan carismático como siempre; Farrell, correcto;
Woody Harrelson divertidísimo, aunque un tanto exagerado; y hasta Tom Waits
tiene un papel secundario pero maravilloso. Así y todo, da igual: es Rockwell
quien lleva en sus hombros todo el peso de la película, y lo hace con una
maestría que hace palidecer a los demás. Es divertido, es alocado, es trágico,
y todo ello le vale, al fin, para ser el jodido perfecto personaje de la obra.
Más
allá de todo, cumple, aunque no destaque, en fotografía o una banda sonora que
acompaña bien al filme. Originalidad le falta. Y personalidad un poco, porque
se pega demasiado al camino marcado por otros. Pero eso no quita para que se
construya una historia interesantísima y que entretiene como pocas.
Allez-y,
mes ami!
Buenos
días, y buena suerte.
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LO
MEJOR: los juegos metacinematográficos que hace, lo bien que sabe reírse de sí
misma y la actuación de Sam Rockwell.
LO
PEOR: tira de algunos tópicos que, aunque intenten dar una vuelta de tuerca,
quedan un poco manidos. El guión es bueno, pero depende demasiado de un solo
personaje (que no es el protagonista, de hecho… o sí, dependiendo de cómo se
mire). No es demasiado original.
NOTA:
8,75/10. ¿Qué queréis? A mí, entre que adoro el género, que tiene diálogos
alucinantes, y que Sam Rockwell me parece que está en una de sus mejores
actuaciones (y yo le adoro, así que eso es decir mucho), me ha conquistado. Probablemente no merezca tanto, pero... ¡me da igual!
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1º Gran película.
ResponderEliminar2º Una de las mejores obras de teatro que he visto ha sido El cojo de Inishmaan, también de Martin McDonagh.
3º ¿Qué problema tienes con Escondidos en Brujas?
1. Sí, lo es.
ResponderEliminar2. No he visto nada suyo en teatro, pero sé que como dramaturgo es muy respetado. Creo que se ha llevado más de un premio Tony, de hecho (que son básicamente los Oscar del teatro).
3. Nada en especial. Me pareció una buena película, ojo. Pero me dejó bastante frío. A diferencia de ésta, que me tuvo todo el rato descojonándome y disfrutando como un enano, "Escondidos en Brujas" me pareció que estaba bien, pero no me transmitió gran cosa.