miércoles, 4 de enero de 2017

La Guerra Fría a través del cine (V): Campamentos de verano en el Infierno



Hasta este momento hemos recogido las películas de acción basadas en la venganza, con un tono rayano en lo propagandístico y conducidas por un protagonista masculino de gran presencia física. Sin embargo, la celebración de la violencia y del mundo militar también encontró vías más sutiles para su expresión en dos películas clave: Oficial y Caballero (Taylor Hackford, 1982) y Top Gun (Tony Scott, 1986). 

Los niveles de testosterona y la violencia quedan ligeramente rebajados para dar prioridad a un elemento casi impensable en las películas que hemos descrito anteriormente: el romance. Si bien Rambo II incluye una historia amorosa, ésta no adquiere la misma transversalidad en el relato que en estas dos películas. Aquí el romance es un recurso narrativo que ayuda a seducir a un espectador que puede constatar las virtudes del ejército. 

En Oficial y Caballero, el joven Zack Mayo (Richard Gere) se da cuenta de que cada vez se parece más a su padre alcohólico, y decide apartarse de la vida con él enrolándose en la Escuela de Candidatos a Oficial de Marina, con el objetivo de llegar a ser piloto. Su instructor, el Sargento de Artillería Emil Foley (Louis Gosset Jr.) focalizará su ira sobre Mayo, exigiéndole más que a sus compañeros. A todo esto, Mayo comienza a salir con Paula (Debra Winger), una de las chicas del pueblo. 

El personaje de Richard Gere duda acerca de las intenciones de la chica, llegando a pensar que sólo quiere atrapar a un piloto y escapar del pueblo. Finalmente, después de haberle llevado al límite de sus aptitudes, el sargento Foley se transforma en una figura paternal que ayuda a Mayo a graduarse como oficial; y se comprueba que las intenciones de Paula, efectivamente, no están dictadas por el interés, de modo que la película termina con el personaje de Richard Gere convertido en lo que promete el título del film: en un oficial y un caballero.

La película dirigida por Taylor Hackford funciona bien como película romántica, cuenta con un buen desarrollo de sus personajes, además, está sustentada en un guión sólido y unas actuaciones convincentes (destaca la imponente presencia de Louis Gosset Jr.). Asimismo regala algunas escenas memorables, como el momento del clímax final en el que Zack Mayo, graduado como oficial, va a recoger a su enamorada en la fábrica donde ella trabaja. Todo ello con Up Where We Belong de Joe Cocker sonando de fondo. 

En efecto, la película fue un gran éxito en taquilla y la canción de Joe Cocker se mantuvo varias semanas en el primer lugar de las listas de éxitos americanas. Sin embargo, al hilo de las ideas que transmite la película, el crítico Dave Kehr afirmaba lo siguiente: “Tratando el ejército como una suerte de campamento de verano pasado por el barro en el que terminas con un graduado, Hackford martillea sus lecciones morales a través del duro personaje de Louis Gosset Jr. en la cabeza del protagonista; es la concepción de la autoflagelación como vía a la superación personal, en la línea de la mejor tradición puritana americana”.


Insertar comentario sobre vacas, maricas y Winsconsin

Oficial y Caballero, de este modo, plantea el ejército como una solución laboral y personal, un lugar donde se puede crecer como persona y encontrarse a uno mismo. Un lugar, incluso, donde tú, joven americano, puedes encontrar el amor. El film, en definitiva, resulta ser una celebración de los valores y las prácticas militares. 

La misma concpeción del ejército fue llevada al extremo en Top Gun, de Tony Scott. Tom Cruise encarna a Maverick, un piloto de la escuela de pilotos Top Gun de San Diego, que tiene problemas con la autoridad, no respeta a sus superiores, y por si fuera poco, se enamora de su instructora de aereonáutica (Kelly McGillis). Sin embargo, Tony Scott no da tanta prioridad al previsible romance y se centra en los combates aéreos y los deslumbrantes despliegues aeronáuticos, todo ello acompañado de una banda sonora rock, compuesta por Giorgio Moroder. 

Si en su análoga pero inferior Águila de Acero, película estrenada el mismo año y de la que hemos hablado con anterioridad, es el deber familiar lo que sirve de eje a la película, en Top Gun el mensaje es mucho más seductor. Maverick es un macho alfa con fondo sensible, incorregiblemente rebelde, que pilota un F- 14 y, además, se queda con la chica. Si se pensara en un adolescente que vio la película en aquella época, podría entenderse por qué el personaje de Tom Cruise no lo tuvo nada nada difícil para convertirse en un ídolo de masas.  
Joanna Berry, directora de la sección de crítica de la revista Empire recogía lo siguiente sobre Top Gun: “El número de alistamientos al programa de pilotos de caza de la marina estadounidense aumentó considerablemente tras este homenaje cargado de testosterona a los hombres que necesitan sentir la velocidad, y no es extraño entender por qué”.

Respuesta progresista de Hollywood

En 1986, el cine en sintonía con Ronald Reagan estaba en su apogeo. La celebración del ejército, la solución de los conflictos por la fuerza, o la integración de la cultura bélica en esas películas de acción cargadas de testosterona son varios de los rasgos definitorios de una forma de hacer cine que parecía haber olvidado el horror de la guerra. De este modo, en Hollywood se gesta una respuesta a esta corriente, que traerá de vuelta los viejos fantasmas de Vietnam para denunciar el horror de la guerra y criticar las instituciones militares. 

La primera de estas películas será Platoon (Oliver Stone, 1986), estrenada precisamente en ese convulso año. La cinta recoge las vivencias de Chris Taylor (Charlie Sheen), joven de buena familia e idealista, que decide alistarse en el ejército. La inexperiencia del joven soldado, sumada a la difícil relación que tiene con sus compañeros, que se refieren a él como “carne fresca” o un “cruzado”, le pasan factura en sus primeras misiones. 

El film va relatando las andanzas del pelotón al que pertenece Taylor, en el que dos figuras de liderazgo se disputan el alma de sus subordinados: el violento y rudo sargento Barnes (Tom Berenger), y el atormentado sargento Elias (Willem Dafoe), que toma drogas para huir de los horrores de Vietnam. 


Platoon tiene algunas escenas que son un monumento al cine

José María Caparrós Lera apunta lo siguiente en su valoración sobre Platoon: “Realizada por el ex combatiente Oliver Stone, narra su experiencia personal en la guerra: ‘Fui a Vietnam de derechas -declaró- y volví de izquierdas’, a pesar de las medallas que le concedieron. Platoon es la cinta de combate por excelencia, un auténtico documento antibelicista que produce escalofríos en el espectador.

Rodada prácticamente en la jungla filipina, relata la odisea de un joven yanqui (el propio Stone) que, por idealismo y para huir de la monotonía, se enrola como voluntario en un conflicto que le descubrirá aspectos inesperados de la conducta humana y la bajeza moral de los contendientes. El horror y la violencia presiden este film, perfectamente concebido en imágenes, el cual provoca el malestar anímico del público, a la vez que obtendría cuatro Oscar de Hollywood”. 

Platoon mantiene una línea continuista con Apocalypse Now (de hecho, Martin y Charlie Sheen son padre e hijo), que sin ser tan psicodélica, refleja con crudeza los combates de la guerra de Vietnam. El film evita caer en alegatos pacifistas, nada se dice de las razones o de su ausencia en esta guerra, tampoco se dice nada acerca de por qué no se hizo nada por evitarla. Simplemente, Oliver Stone muestra lo que la guerra es en realidad, en oposición a la corriente predominante de la década. No hay lugar para la superación, solo queda la tristeza de los ideales que el director, entre otros muchos, perdió en Vietnam. 

Si Platoon viene a corregir la concepción distorsionada de la guerra en los filmes de la década de los 80, La chaqueta metálica (Stanley Kubrick, 1987) hará lo propio con las instituciones militares y la idea de campamento de verano que iba asociada a la instrucción militar. 

El film de Kubrick cuenta con dos partes claramente diferenciadas, la fase de adoctrinamiento de los reclutas y la propia contienda. Un grupo de reclutas se prepara en el centro de entrenamiento de Parish Island, entre los que se encuentran Joker (Mathew Modine), Cowboy (Arliss Howard) y el llamado “recluta patoso” (Vincent D’Onofrio). Los reclutas son puestos bajo la tutela del sargento Hartaman (R. Lee Ermey), que no duda en emplear técnicas draconianas y constantes humillaciones para endurecer a los reclutas. Es necesario recordar que la mayoría de estas escenas fueron improvisadas por el sargento de artillería retirado Lee Ermey que, a su vez, había servido como instructor en el ejército entre 1965 y 1967. 


Un psicópata adoctrinando a las tropas. ¿Qué podría salir mal?

Resulta casi imposible evitar la comparación de Oficial y Caballero con la primera mitad de La chaqueta metálica, concretamente entre las figuras del sargento Foley y el sargento Hartman. Los dos emplean métodos duros para entrenar a sus reclutas, pero mientras que Foley termina mostrándose como una figura paternal, Hartman roza la psicopatía. Tanto es así, que no todos los reclutas son capaces de asimilar sus métodos.  El recluta Patoso, objetivo recurrente de la ira de Hartman, pierde el juicio el día antes de jurar bandera, y los resultados son devastadores. 

Pocas películas ponen de manifiesto, como hace Kubrick aquí, la alienación y el severo adoctrinamiento que reciben los soldados antes de marchar a la guerra, lo que nuevamente queda contrapuesto con la imagen de “campamento de verano” que se da en Oficial y Caballero. La segunda mitad de la película, siendo más convencional, resulta igualmente devastadora. 

Javier Memba lo recogía de la siguiente manera: “Sin sobreimpresiones, sin apenas artificios, se nos lleva de aquella guerra latente del campamento al conflicto de verdad. De los célebres gritos con que se dictan las órdenes, pasamos a los aullidos de dolor de los heridos. Joker es ya un sargento. Convertido en reportero del ‘Barras y estrellas’, manipula sus crónicas para que sus compañeros vayan alegres a matar y a morir”. El clímax de la segunda mitad llega en las ruinas de Huê, en las que el francotirador que está diezmando severamente a los compañeros de Joker resulta ser una mujer, lo que no deja de desconcertar a los soldados. Una vez muerto el tirador, la película cierra con el pelotón alejándose de la cámara mientras van cantando la canción de Mickey Mouse: el sinsentido y lo surrealista del conflicto no se podrían haber reflejado de una forma mejor. 

Dos años después, Oliver Stone retomó la guerra de Vietnam con Nacido el cuatro de Julio (Oliver Stone, 1989), que sin embargo no se centró tanto en el conflicto, sino en la psique del protagonista, antes, durante, y después de la Guerra de Vietnam. De esta forma, Stone hace un recorrido por el sentir de la sociedad americana a medida que se va desarrollando el personaje principal. 

La película está basada en la autobiografía de Ron Kovic (acertada elección de casting en Tom Cruise), que es el primogénito de una familia acomodada, conservadora y religiosa de una pequeña localidad de Estados Unidos. El joven Kovic está llamado por sus padres, profesores y por su propio país a hacer grandes cosas, a ser el winner por antonomasia. Con el fin de satisfacer las expectativas puestas en él, Kovic se alista como voluntario en el ejército en 1964. 

La película ahora nos traslada a la guerra de Vietnam: Kovic es sargento y goza de buena reputación entre sus compañeros. Sin embargo, en una refriega altamente confusa, su pelotón dispara por equivocación contra la población civil y él mata por accidente a un compañero. Poco después, Kovic recibe un disparo en la espalda que le deja paralizado de pecho para abajo. 


Achupé achupé, sentadito me quedé

Pasamos al año 1968. Ron Kovic ha vuelto a Estados Unidos cuatro años después, postrado en una silla de ruedas. En un primer momento, es rehabilitado en un hospital de veteranos del Bronx, en Nueva York, en donde los pacientes están poco menos que abandonados a su suerte. No obstante, el regreso con su familia es todavía más duro, dado que no terminan de aceptar su situación, y Kovic se siente rechazado por una sociedad que ha cambiado mucho en los últimos cuatro años. 

Los traumas psicológicos, las secuelas físicas y el desencanto convierten al anterior patriota en un activista contra la guerra. El film concluye en 1976, con Kovic formando hablando ante la Convención del Partido Demócrata. La película cuenta con un guión sólido, y el desarrollo psicológico de Kovic es llevado de forma muy acertada, con Tom Cruise bordando una interpretación con muchos matices, muy alejada de aquel monofacético Maverick en Top Gun. 

Sin embargo, la película es muy reiterativa en su posicionamiento. La constante sensación de estar recibiendo un mensaje, sumada a la omisión que Stone hace respecto a la responsabilidad que en el drama vietnamita incumbe al presidente demócrata Lyndon B. Johnson, cargando las tintas únicamente contra el republicano Nixon en el último tercio de la película, empañan el resultado final de un film que va de más a menos. No obstante, su feroz crítica al patriotismo norteamericano y la cultura del vencedor, a través del estudio del duro regreso del veterano de guerra a casa, marcó un amplio contraste con el cine afín a Reagan y continúa invitando a la reflexión incluso hoy en día.

REFERENCIAS

Caparros Lera, J.M. (1997). 100 películas sobre historia contemporánea. Madrid: Alianza Editorial

Memba, J. (2008) Historia del cine universal Madrid: T & B Editores

Berry, J “Top Gun (Ídolos del aire) (1986)”. Schneider, S.J. (coordinador). 1001 películas que hay que ver antes de morir (2007). Barcelona: Grijalbo, Grupo Editorial Random House Mondadori, S.L.

Kehr, D. (2013). An Officer and a Gentleman. Chicago Reader, 31 de julio. Disponible aquí.




No hay comentarios:

Publicar un comentario