Han pasado muchos años desde que me cansé de escribir reseñas. Cosa que todavía me da alergía. No le veo mucho sentido escribir sobre una película, o cualquier cosa, como si alguien me leyese y pensase que mi opinión fuese relevante para ver la película o no. Pero a la vez llevo un mes con ganas de escribir sobre cine y dar desarrollo a mis pensamientos. He escrito y borrado más de un intento de artículo como esté y me he atascado en el primer párrafo. También he hecho esquemas de artículos que ni siquiera han llegado a la página en blanco. La verdad es que ante todo he decidido escribir sin mucha idea de lo que hago para reordenar mis ideas y dejar constancia de mi opinión por escrito para leerme dentro de unos años y decirme que soy un absoluto gilipollas. Asi que no tengo muy claro que demonios va a salir, pero ahí va.
En fin, vayamos al cine. Hablo de Seconds, La Sustancia, Anora y Statlet. Voy en modo libre así que no me cortó con spoilers si me salen.
Despedí la pasada semana viendo una cosita llamada Seconds – Plan Diábólico en español – de 1966. John Frankenheimer dirige una peli sobre un hombre de mediana edad que decide someterse a una operación para conseguir una versión más joven que él. Y esto nos lleva a uno de los grandes éxitos de la cartelera: La Sustancia. Ambas son similares en su planteamiento. Dos personas de éxito y a la vez desdichadas y frustradas que ansían una segunda oportunidad y una empresa misteriosa contacta con ellos para ofrecersela. El planteamiento es similar y es probable que Coralie Fargeat tomase apuntes de Seconds, al igual que en la descripción de Filmin enumeraba a Abre los Ojos de Aménabar o La Piel Que Habito de Almodóvar como otros ejemplos de películas que bebían de ella.
Pero más allá del planteamiento, las dos películas toman decisiones contrarias, probablemente por el sexo tanto de sus protagonistas y sus autores. Para el protagonista de Seconds lo que quiere es una nueva oportunidad para abandonar una vida anodina aunque cómoda de mediana edad. Ni siquiera tiene grandes problemas: tiene dinero, tiene una mujer, una hija y probablemente sea abuelo en un futuro cercano. Pero vive en una crisis de los cincuenta, que no ha hecho algo de verdadero valor y tampoco cree que su mujer e hija le echen mucho de menos. Que vaciaran su habitación y solo quedará de él una foto de recuerdo en el salón. Y accede al cambio.
En cambio, Elizabeth (Demi Moore) en La Sustancia necesita ser Sue (Margaret Qualley) para recuperar su programa y su éxito. Sí, también ella rechaza una vida alternativa lejos de los focos y hay un romance en el horizonte (el hombre en concreto se le muestra dulce pero a la vez se le ridiculizase, como si ella bajase de categoría pero ella si quiere seguir siendo ella misma, es decir una estrella, debe matarse para rejuvenecer. Al menos cada dos semanas.
El protagonista de Seconds será para siempre un joven aspirante a pintor (Rock Hudson) y a pesar de ciertos amores y una orgía dionisiaca mientras vendimian desnudos, parece que disfruta hasta que a la hora de la verdad se demuestra que no. La película es verdaderamente irregular en su intento de ser un thriller paranoico pero deja ver en todo su metraje un mensaje desolador: ¿Podemos ser felices? ¿Nada nos dará realmente la felicidad? ¿Ni siquiera con miles de oportunidades, ni juventud, ni belleza, ni una persona a nuestro lado? No, pero podemos tener nuestros momentos si no los desperdiciamos.
La Sustancia no apunta tan alto en apariencia pero sí que funciona mejor en todos los sentidos, sobre todo en querer ser una bola de demolición. Pronto Sue y Elizabeth entran en conflicto olvidando que en realidad son solo una. Sue es la mejor versión prometida pero arrastra sus frustraciones, sus miedos e inseguridades en forma de Elizabeth. Más allá de lo que pasa en la parte final de la película, una de las escenas más aterradoras es ver como Elizabeth se prepara para una cita que finalmente no se produce porque no para de maquillarse y desmaquillarse frente a un espejo y el cartel publicitario de Sue.
Sue desprecia a Elizabeth, ocultándola tras una pared y La Sustancia tiene como virtud tener claro lo que quiere contar y beber de muchas fuentes que van desde Blancanieves (desde el punto de vista de la bruja envidiosa de la belleza de una joven), Carpenter y Cronenberg a El Retrato de Dorian Gray. Coralie Fargeat se centra de forma poco sútil (el productor antagónista y sexista se llama Harvey) pero poderosa y directamente a la visión contemporánea de la belleza y la juventud, especialmente la femenina. Las imágenes son una sucesión de mazazos que te escupen directamente. Especialmente ese final que tanto ha llamado la atención.
La otra gran película que recomendaría de la cartelera - no quería ser un prescriptor de película pero así son nuestras contradicciones – es Anora de Sean Baker. Una Pretty Woman con muchas risas amargas y un final descorazonador. Risas que nos recuerda una de las lecciones que tenemos que tener claras en tiempos de Elon Musk e influencers: no hay nada peor que un niñato rico y caprichoso. Ani (Mikey Madison, que salió del rancho de Charles Manson de Once a Time in Hollywood de Tarantino para convertirse en una estrella como también han hecho la misma Margaret Qualley, Sydney Sweeney, Maya Hawke y Austin Butler, y está fantástica) es una bailarina erótica que parece que va a vivir su cuento de Cenicienta cuando se casa con el hijo de un millonario ruso. Y en un noche se despertará de su sueño en cuanto unos armenios aparecen en la casa queriendo anular el matrimonio en nombre de los padres del chico y su flamante nuevo marido decide demostrar su valentía y madurez huyendo a emborracharse.
La escena de la casa donde los armenios tratan de explicar a una Ani desquiciada y agresiva lo que pasa es desternillante a la vez que turbia y muestra a los verdaderos protagonistas de la película: los que se comen los marrones de los ricos. Más allá de Ani, los armenios más que matones son unos pringados de poca monta que muchas veces no pueden evitar gritarse entre ellos – y con Ani - porque no tienen ni puta idea de como limpiar un desastre que ellos no han causado. Y por supuesto, todo es una travesura de un crío que no tendrá consecuencias para él y ni siquiera se preocupará de quienes limpian sus mierdas. Al final, parece que los cuentos de hadas no existen y solo nos tenemos a los que son como nosotros para una noche de ver la tele mientras fumamos o llorar en un coche.
Sean Baker ya tiene una carrera consolidada dentro del indie americano como un director sobre la parte más marginal de Estados Unidos pero con una mirada que más allá de la crítica social engloba cierta ternura y humanización. Anora ya es toda una Palma de Oro en Cannes pero tiene una serie de películas que han pasado por debajo del radar. Starlet es una de ellas. Tiene rasgos en común con la película que ya hablamos antes ya que también la protagoniza una mujer trabajadora sexual llamada Jane (una estupenda Dree Hemingway, y sí, es bisnieta del escritor) que en un momento de suerte de los que no pasan se encuentra una gran suma de dinero en un jarrón que ha comprado a una vieja borde llamada Sadie (Besedka Johnson) en un mercadillo. Entre la dignidad de devolverlo y la necesidad económica, Jane se retuerce ofreciendo un intento de amistad a esta señora sin terminar de devolver el dinero. Entre ambas nace una relación entre sueños con París, bingos, perros perdidos y gas pimienta.
No es fácil pero ves que algo las une, que son la extraña pareja pero a la vez no tanto hay química tanto por su interpretación como por la sensibilidad con la cámara de Sean Baker, que me parece superior a la de Anora. Y a la vez la película nos muestra la vida de Jane, que vive con su mejor amiga tóxica y el novio y chulo de ésta que tiene grandes ideas como construir una pole dance en el salón. La verdad es que de lo que he visto en el cine de Sean Baker los hombres no salimos bien parados con respecto a nuestra mirada a la mujer más allá de alguna excepción muy concreta. De hecho, los polvos que tiene que vivir Ani por parte de su enamorado ruso son realmente ridículos (y llega un momento donde le tiene que dar ella instrucciones)
Una de las preguntas que me hice viendo Starlet es sobre las relaciones que tenemos con nuestro entorno. ¿Por qué nos relacionamos con quienes nos rodean? No solo se basa en nuestra clase social, como vimos en Anora, sino también en nuestros deseos, frustraciones y necesidades. Con algunos simplemente tenemos una relación puramente profesional y económica. Con otros vienen afinidades pero estas pueden no resistir sentimientos ponzoñosos como la envidia (de que tu amiga encuentre dinero y no se lo gaste contigo) y al final llenar vacíos emocionales (como hijas que fallecieron hace años) o sentirse culpables de nuestros actos nos unen más de lo que deberían. ¿Qué dice de nosotros?
¿Somos seres egoístas y desesperados? Eso es lo que parecen decir estas cuatro películas de nosotros. Sobre todo las dos primeras. Pero quiero creer viendo Starlet, que a pesar de eso, la amistad no está tan banalizada. Que ambas protagonistas empezasen su relación con mentiras o por medio de una confusión no quiere decir que su relación sea banal. Todo lo contrario, la película nos ofrece de forma sútil una sucesión de pequeños detalles donde dos personas totalmente opuestas se acaban uniendo y viajando a París. Al final lo que mantiene una amistad o una relación cuando vienen los problemas no es banal. Y quien sabe, incluso Ani en Anora haya encontrado una relación que pueda durar, a pesar de todo.
Tengo alguna cosa apuntada más pero creo que bastante turra ha sido esto para empezar. No sé si ha sido disperso, interesante o simplemente malo pero aquí dejo esto. Veremos si regreso la próxima semana.
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