viernes, 21 de julio de 2023

American Honey (2016)

 

Yo cuando escojo pelis para ver yo sólo las saco al azar de una lista, lista que ha dado en proveerme con ya dos cintas maratonianas con presencia inevitable de imbéciles con un presunto historial delictivo para con artistas pop geniales; primero Lars von Trier y su (a regañadientes) admitiré que muy meritoria Dogville y ahora el tonto'l higo de Shia LaBoeuf, que coprotagoniza este American Honey, del que conozco poco ahora (antes de verlo), pero que apunta a una especie de Miedo y asco en Las Vegas solo que pasado por un filtro a lo Harmony Korine que me da un poco de repelús así de entrada. Pero fiémonos de la directora, Andrea Arnold, que tiene un fantástico repertorio de películas (Fish Tank) y series (la segunda temporada de Big Little Lies) que a decir verdad no he visto. Más confianza aún, si queremos, podemos depositar en la ya casi legendaria productora A24 (aunque por aquel entonces sobre todo distribuidora... justo unas semanas después saldría a cines su primera producción, una tal Moonlight), que ya apuntaba a garantía de éxito con lanzamientos recientes: Ex Machina, La habitación, La bruja, Enemy, Under the Skin... Poca broma con estos.

De American Honey han dicho de todo: "picaresca millennial" (lo que yo quería, el Lazarillo de Tormes con los Airpods), "road movie sin mapa", "gloriosa parranda de mezcal", o "historia racista que romantiza el abuso y las microagresiones" (oh boy). Pero no hagáis caso a necedades, también conocidas como las opiniones de cualquiera que no sea yo. Sé lo que pide la gente: una narración de las mías.

A Star (Sasha Lane), así llamada por que su madre decía algo de que todes somos polvo de estrellas de la muerte o no sé qué, no le va del todo bien en la vida. Se aloja con un señor que la manosea indiscriminadamente y con sus dos criaturas, que la acompañan a rescatar comida de containers. Un panorama poco prometedor. Fíjate si las estarán pasando canutas que, cuando Star ve venir a Jake (Shia LaBuaj) comandando la furgoneta del vicio, con una caterva cartujana de adolescentes de insoportabilidad variable (entre mucho y bastante), y ataviado en plan Kirin J Callinan haciendo cosplay del camarero de Casa Paco (kilómetro 114 de la Carretera de Extremadura), pues le parece una alternativa aceptable a su modo de vida actual.

Jake, encaprichado de la niña y sin transmitir apenas vibes de traficante de personas, primero se propasa con ella, y de postre le ofrece trabajo vendiendo suscripciones de revistas puerta por puerta, que al menos es mejor que los testigos de Jehová que los panfletitos son más bien cortos (si bien son gratuitos, una cosa por la otra). Tras dejar a les dos nenes con la madre, que estaba haciendo el Coyote Dax, huye corriendo al motel donde se hospedan los Teen Jackass, que son cada cual más carne de frenopático que le anterior: hay uno que se saca la chorra como saludo formal, otro que lleva una ardilla voladora en el bolsillo en plan mascota, otra que vive obsesionada con Darth Vader y se monta ella sola peleas de sable láser en el descansillo (esta es mi favorita). Lo mejorcito de cada casa. No hay tribu urbana que no esté representada: hay un emo, un surfero, una friki, un skater, y como una docena de habituales del párking de Fabrik.

La Ángel Cristo de este circo es una tal Krystal (Riley Keough), porque todas tienen nombre como de stripper del GTA por algún motivo, que tiene mala leche pero luego es buena gente, nos aseguran. Jake, en su papel del profe de parvulitos que acaba investigado por la Policía Nacional, le da unos Gomets a Star y un mechero con su nombre, que le va a venir bien porque en la minivan cunde la hierba que no dan a basto, que menos mal que tienen codeína para ir alternándose porque no sé qué iban a hacer si no.

En un viaje a Kansas City, va conociendo a les compis, que cuando ven el primer edificio de más de cinco plantas se quedan patidifusos ante tal prodigio de la ingeniería. Que hay uno de Orlando y otro de Baltimore, que no es que vengan de Villafranco de Guadalhorce, pero lo parece. El caso es que en el trayecto nos hablan de sus costumbres para entretenerse: exhibir la minga, hacer flashmobs con Rihanna, y el ritual más importante: la noche del Perdedor, en la que las dos personas que menos ventas hayan conseguido ese mes pues se parten la boca para goce y disfrute del respetable. Sano, sano, no suena, pero es el mismo modelo de negocio que Herbalife.

Jake se autoerige como maestro de la venta invasiva y tutoriza a Star en tal tarea en el vecindario más pudiente de KC. A la chiquilla, en cualquier caso, no se le ve con voluntad de aprender, porque requiere victimizarse más de la cuenta (el elevator pitch de aquí la panda suele involucrar padres muertos en Afganistán, deudas universitarias ingentes, y demás indicadores de estados fallidos) y porque ella es muy honesta y muy decente y realmente la prioridad es retozar con Jake ahí por los hierbajos, que parece que están compitiendo a ver quién pilla primero la enfermedad de Lyme.

Su affair empieza a afectar a la condición de Jake de tiburón comercial, y eso la Krystal no lo puede consentir: en un power move de manual, le da un discursito amenazador a Star mientras tiene a Jake dándole cremita solar en las piernas. La joven está que estalla y brota enseguida: en su siguiente misión se sube al carro de tres cowboys inmaculadamente vestidos, que se la llevan de barbacoa alcohólica y está uno constantemente "es que la van a meter en un bidón de ácido clorhídrico" pero no, son gente muy campechana y con un mueble bar bastante ecléctico. Star apuesta que se come el gusano del mezcal si le compran revistas y ellos encantados con lo sandunguera que está ella. Todo precioso hasta que aparece Jake aullando y con una pistola, les tira a la piscina y les roba el coche, porque esta película quiere que empatices con los millonarios supremacistas y no con el pobre salteador de caminos, supongo.

Y sí, supongamos que la película es una radiografía cruda de lo que pasa en los rincones más apestosos de la Norteamérica, gente sin recursos ni sueños más allá de tener una caravana en algún claro de un bosque adquirida por medio de mercancía de contrabando de dudosa proveniencia, pero cuando veo a nuestros irreductibles pipiolos darle a beber a un perro el agua de una pipa de metaanfetamina, o decir la N word de manera gratuita pese a ser más blanco que la leche Pascual (no sé si a esto se deben las acusaciones de racismo anteriormente mencionadas, o a que durante toda la película en general este grupo de desposeídes que, como ya digo, no es retratado de una manera especialmente entrañable, adopta constantemente la expresión cultural negra), yo como que pierdo la capacidad de simpatizar y empiezo a abogar por la abolición de la Seguridad Social, un poco solamente. 

El caso es que Jake y Star siguen ahí juntando velcro que Krystal está un poco molesta, más por el descenso del superávit que por nada sentimental, y le dice a Estrellita que se ande con el bolo colgando que no sería la primera a la que abandonan desnuda al lado de una manada de pumas. Pero es que no comprenden que la estrategia empresarial de la chiquilla es más del tú a tú, de entablar relaciones duraderas con la persona que te tiene que comprar un magazín de barcos fueraborda, y que eso es prácticamente imposible si no te subes a su vehículo sin conocerla de nada. Así que Star repite y se mete en un camión, que otra vez piensas que van a encontrar su páncreas en una cámara frigorífica pero es que el transportista es un primor que le monta un Carpool Karaoke con una de Bruce Springsteen. Lo que no hace es dejarla cerca del punto de reunión, que al solitrón de Nebraska tiene la muchacha que pegarse una caminata que podría haberse muerto porque a ella no le ha puesto la Nivea nadie.

La furgo no para, no para, no, y su siguiente parada es un pozo petrolífero lleno de hombres necesitados de cariño, o eso dicen. La cosa es que se bajan con "We Found Love" a tope que parece aquello cuando llevaban a animadoras al frente de Vietnam. Se produce el siguiente intercambio:

― ¿Sois prostitutas?

― ¿Parecemos prostitutas?

― Pues la verdad es que un poco sí.

Cuestiones semánticas aparte, Star no tarda más de treinta segundos en subirse al maletero de una ranchera con tres gentuzos, que a estos ya resulta más difícil darles el beneficio de la duda, y acepta sacudirle la sardina a uno por $1000. Es el punto más bajo de Star en las dos horas y media que llevamos, y uno que nos hace imaginar que no es la primera de la cuadrilla que tiene que ofrecer favores sexuales para llevarle billetes a la Krystal y compañía. La cinta, eso sí, parece completamente desprovista de comentario al respecto.

Jake, al enterarse de esta lamentable transacción, entra en cólera, porque esto es todo un episodio de Física o química en el fondo, un triángulo amoroso de gente bastante deleznable (en particular Jake, por supuesto), que para cuatro perras que tienen son de lo más posesivo y tóxico que te puedes encontrar. Pero la vida sigue, supongo: Krystal expulsa a Jake de la cofradía del cannabis, aunque es readmitido aproximadamente quince minutos después, y a decir verdad nadie sabe muy bien por qué le echan. Krystal le confiesa a Star que Jake es el chulo de toda esta operación, que se lleva un sobresueldo por encontrar muchachitas indefensas, y que además se las lleva a todas al catre. Estamos condicionados a creerla, o yo lo estoy al menos, pero como hay tanto despecho in the air por aquí uno ya no puede estar seguro de nada.

Su última tarea, si eligen aceptarla (y si no se pueden ir a la mierda), es la más complicada y compremetedora: vender en un barrio prácticamente chabolista, a gente que si tuviera el dinero para gastárselo en suscripciones inútiles, lo invertiría en algo más inmediato como por ejemplo comer. Allí Star conoce a una familia tan desestructurada como la suya, con una madre adicta a sustancias y unes niñes adorables, sobre todo la mediana que le canta una de los Dead Kennedys por bulerías (¿la canción? "I Kill Children"). Star tiene una epifanía y les compra comida, mientras el resto del grupito se dedica a hacer sus imbecilidades motivadoras de costumbre.

Y es que desde siempre, Star ha sido la más independiente dentro de las independientes, que imagino es una de las tesis principales de la película: busca tu propio camino, que existe la libertad no importa de donde vengas. Nadie te obliga a mentir, a venderte, a drogarte... Eso ya hazlo tú si quieres. Como filosofía no queda muy bien alicatada, porque pese a que Star es un ser con voluntad, desde luego, está siendo dirigida a esta vida bastante poco deseable: por el sistema, por su propio pasado y circunstancias, por Jake y Krystal. Queda todo como una ilusión, como si fuera un insecto más de los muchos que se pasean por la pantalla en esta película, que me prometí que no iba a intentar buscar significado a simbolismos pretenciosos pero mira, aquí estamos. ¿Qué soluciones propone Andrea Arnold? Ninguna. Es que apenas veo intención de crítica. Hay algo de crecimiento en Star, en el sentido de que acepta su rol de rebelde sin causa y encuentra una familia, la de comerciales de Avon esta, algo menos disfuncional aunque con una cierta tendencia de secta autodestructiva que bueno, también está bien. Pero no pinta ninguna salida de esta situación sin duda mejorable, ni saca a la palestra culpables, ni nada. Resulta hasta tibia para venir tan cargadita.

Total, que la película termina cuando cantan todas una canción country en la fragoneta, como aceptando por fin que son de raza caucásica, y se van a saltar una hoguera rollo San Juan en la Barceloneta. Jake entrega a Star una tortuga; ella se separa del grupo, suelta la tortuga en el lago y se da un chapuzoncete, "The End" y créditos. Chachi piruli.

¿Es una mala película? No lo creo, pero la inmensa mayoría de sus personajes me repatean el hígado y parece caminar sobre la equidistancia bajo el disimulado pretexto del cinéma vérité o whatever. Parece que obliga a las críticas a otorgarle significancia, esa del retrato de una juventud perdida emulando en su inocencia el capitalismo voraz, porque no ha conocido otra cosa. Y claro que está ahí, expuesto con naturalidad, pero también difuminado, quizá por su extensa duración (y un mérito de la película es que no se hace plomiza), quizá por mi propia afición a agarrarme a lo más superficial y buscarle el sentido después. Más allá de esto, las actuaciones son correctas tirando a estupendas (y mal que me pese LaBuf está inmenso), especialmente para ser en buena parte amateurs, el ritmo es apropiado, te sumerge bien en la dinámica de los personajes, y en términos generales claramente creo que la directora obtuvo lo que buscaba, sea lo que fuera eso.

Ahora bien, en Letterboxd sigue representándome más esta crítica que cualquier otra plagada de loas que he leído:




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