"¿Ahora crees en Jesucristo? Estás de suerte, porque te voy a mandar a conocerle".
El puto Quentin lo ha vuelto a hacer. El de Tennessee vuelve a hacer una obra que solo saldría de su genial y loca cabeza llena de katanas y balas. Pocos han tenido la suerte de haber hecho lo que les ha dado la gana durante su carrera y Tarantino es uno de esos elegidos. Debutó con una película de atracadores sin atraco para luego rodar una obra maestra en la que batió todo lo cool que tenía a mano. Desde concursos de bailes a matones citando versículos de la Biblia pasando por escenas tórridas en un sótano. Luego hizo homenajes a diversos géneros como el blaxploitation en Jackie Brown, las artes marciales en Kill Bill, la serie B en Death Proof y al cine bélico en Malditos Bastardos. En esta última se comprueba que no le importa cambiar los hechos históricos si eso le jode una buena escena. Para Tarantino no hay normas, solo hay que fijarse en los letreros de sus películas. Por poder, puede escribir el guión de la comedia romántica como en Amor a Quemarropa, aunque eso sí, metiendo tiroteos y artes marciales. Porque quien tiene talento, tiene carta blanca para rodar lo que le plazca.
Para
entender a Quentin hay que meterse en la mente de un loco, amante de
la sangre y educado en un videoclubs rodeado de películas japonesas
y de vaqueros. Este último género lo ha dejado para su madurez
creativa, en la que Tarantino ha decidido convertirse en Sergio
Leone. Pero para ello no le basta con una maravilla como Django Desencadenado. Necesitaba más para afianzarse en la leyenda del
viejo oeste y no ser solo uno más que vistió botas con espuelas y
sombrero.
Allí no
hay espacio para los héroes. La pequeña estancia de madera está
repleta de canallas sin escrúpulos. Todos son una panda de hijos de
mala madre, sin excepción. Un hijo de un renegado que no soportó la
derrota del Sur en la Guerra de Secesión (Walton Goggins). Un
coronel sureño (Bruce Dern). Un verdugo (Tim Roth). Un cowboy
(Michael Madsen). Pero señores, ahí el rey del rebaño de los
badass es Samuel L. Jackson. Quentin sabe que nadie recita sus
diálogos como él. Sin embargo, los Oscar han vuelto a olvidar a
este gran actor. Pero le da igual, es demasiado cool para ellos. En
esta ocasión se permite superar a su célebre discurso en Pulp
Fiction con un monologo cargado de crueldad y mala hostia que,
literalmente, es la polla.
La otra
gran interpretación de la película pertenece al único personaje
femenino de la película. Que sea mujer no quiere decir que no sea
una bastarda. Su presencia maligna está presente en todo el metraje
a pesar de estar encadenada. Jennifer Jason Leigh no era la primera
opción, ese honor le pertenecía a otra Jennifer que también está
nominada, pero resulta la elección perfecta. Ha conseguido una
nominación al Oscar más que justa y ganada con el sudor y la sangre
de su frente. El resto del reparto está a la altura aunque reconozco
que Michael Madsen me pareció desaprovechado.
Tarantino
sigue fiel a su estructura de capítulos, como si esto fuera un libro
y no una película. De hecho parece más cercano al teatro que al
cine. Todos los recursos tarantinianos están presentes incluyendo
sus famosos flashbacks. Decía antes que el de Tennessee utiliza las
reglas como le da la gana. Tanto las del cine como las de la física.
Porque la sangre tiene que inundar la habitación al precio que sea.
No hay que dejar que la realidad estorbe nuestros delirios violentos.
La primera
parte se hace algo lenta e incluso hay momentos donde el interés
decae. Me gusta la parte de la diligencia – muy bella fotografía a
cargo de Robert Richardson- en la que se van construyendo los
personajes. Es en la posada donde todo se vuelve todo algo coñazo
hasta que Samuel L. Jackson cambia todo.
Porque
ahora el misterio y el suspense se hacen patentes. Y como pasó en
Reservoir Dogs, toda la tensión llega junto a la violencia,
tanto verbal como a punto de pistola. Que le den por el culo a los
moralistas que piensan que esas escenas no están justificadas. Ellos
no saben apreciar una gran vorágine de sangre y violencia y ellos se
pierden ese placer.
Por
supuesto, no me olvido de Morricone, quien vuelve a optar al Oscar con
una gran banda sonora. Muchas de esas canciones marcan claramente la
historia, especialmente esa lánguida "Noche de paz" tocada al piano
mientras Samuel L. Jackson le cuenta una curiosa historia al general
sureño.
El guión,
que ha sufrido todo tipo de peripecias, es del sello de Tarantino.
Todas las historias y sucesos, algunos aparentemente sin importancia,
se van uniendo para dar vida a la obra. Se logra que el espectador se
convierta en uno de esos ocho odiosos, obligándole a estar alerta y
preocupado sobre el resto como si su vida dependiese de ello. Además, va descubriendo los hechos al mismo tiempo que los personajes y es
víctima de todos los giros que da el director.
No es lo
mejor de Tarantino. Pero nadie me quita que haya vuelto a disfrutar
como un psicópata en la sala del cine. Y esperemos que rompa su
promesa y no se quede en solo diez largometrajes.
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¿Tengo
que ver esto?: Sí,
pero para iniciarte con Tarantino te aconsejaría más Pulp Fiction o
Malditos Bastardos.
¿Cuál
es el mejor momento?: El discurso de Samuel L. Jackson
¿Dónde
debería ver esto?: En una
cabaña incomunicada por la nieve y manchada de sangre
Me
ha gustado, ¿dónde hay más?: Las
más parecidas a está película son Reservoir
Dogs y Django
Desencadenado. Si
quieres algo similar pero no de Tarantino te recomendaría Fargo,
tanto la película como la serie.
Cualquier cosa que haga este hombre me va a encantar.
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