“- Estoy aquí para escucharte, sea en lo que sea.
- Le voy a matar, padre.
- Es una forma impactante de empezar…”
A
estas alturas, queda más que clara la intrínseca unión entre la figura de los
hermanos McDonagh, tanto de John Michael (El
irlandés, Calvary), como de
Martin (Six Shooter, Escondidos en
Brujas, Siete psicópatas), con la de Brendan Gleeson, protagonista de
cuatro de los cinco títulos mentados. Y son ellos tres las figuras
(especialmente este último, participante también en las dos cintas irlandesas
de Tom Moore nominadas al Oscar a Mejor Película de Animación: El secreto del libro de Kells y la más
reciente Song of the sea) que están
desarrollando un cine patrio de mayor calidad y éxito internacional.
Así,
cuando vemos que la pareja John Michale McDonagh – Gleeson repite tras el éxito
de su anterior colaboración hace un par de años, las expectativas están
altísimas. Y no defraudan en ningún momento.
El
inicio de la película es, precisamente, el mismo que abre la entrada, y es lo
más demoledor que haya visto en mucho tiempo. Un hombre entra en la capilla
donde está confesando el padre James (Brendan Gleeson) y, tras contarle cómo
sufrió abusos sexuales por parte de un cura cuando era niño, le dice que le
matará el próximo domingo, por el único motivo de que es “un buen sacerdote”.
A
partir de ahí, James, que ha reconocido la voz de quien le amenaza pero no lo
revela, vive su día a día sin más, con la relación que tiene habitualmente con
sus feligreses (y no feligreses, en general, es un pueblo poco amigo de la
religión, al parecer), complicada por la aparición de su hija (Kelly Reilly),
que pasa una temporada con él tras haber intentado quitarse la vida.
El
tono de la película está a caballo entre el costumbrismo, el suspense y la
comedia más negra que pueda imaginarse. Por una parte, supone un retrato
bastante crudo de las miserias (y no solo miserias) de cualquier núcleo más o
menos rural en la Isla Esmeralda.
En ese
retrato no se salva nadie, la verdad. La gran mayoría de personajes tienen más
sombras que luces, y resulta sorprendente el aguante del personaje del padre
James que, a pesar de ser un cínico (de ahí derivan los grandísimos puntos de
humor negro), sigue siendo un buen hombre que casi siempre intenta ayudar a los
demás. Y uno se sorprende de que siga intentándolo, visto el percal a que se
enfrenta, porque menuda pandilla de hijos de... eso. Parece que solo vivan para tocarle los huevos.
También
de todo esto se deriva el tono del suspense, pues la película no nos dice quién
es el futuro agresor del sacerdote, sino que nos va presentando a los
personajes que podrían ser el asesino en potencia, para que el espectador saque
sus propias conclusiones. Y son bastantes los que podrían cumplir con ese
papel.
Para
contribuir aún más a ese aspecto, la atmósfera de la película se recrea en
tonos grises y un cielo perpetuamente cargado, así como en los rótulos ominosos
que van pasando por cada día de la semana en una técnica ya muy habitual. La
música cierra el ciclo de esa atmósfera, con tonos que se van incluso a Cash, y
que en ningún momento se cierran a lo irlandés, de manera muy curiosa, algo que
repercute favorablemente en la cinta.
Y todo
eso apunta hacia un final grandioso que, demasiado a menudo en el séptimo arte
de este corte, se desinfla, pero que aquí es tan realista y creíble como
impactante, y que no hace sino poner el broche de oro a una historia con pocas
fisuras.
En
cuanto a un apartado más técnico, no hay ninguna queja. Aparte del buen
desarrollo del guión, con unos diálogos geniales, la dirección es firme y muy
cuidada, y remata ese gran logro del ritmo. Las interpretaciones son una
maravilla, más allá de la de Gleeson o Reilly; también encontramos a Chris O’Dowd,
Domhall Gleeson, y los siempre impecables Aidan Gillen (nuestro famoso Meñique
en Poniente) y Dylan Moran (Shaun of the
Dead, among many others).
Incisiva,
con un enorme trasfondo, cuidada hasta el más mínimo detalle, divertida, dura y
con pocos miramientos a la hora de hacer lo que tiene que hacer. Sin duda, una
de las grandes joyas del cine irlandés, y un estreno imprescindible estos días.
Oh, posdata: recomendado verla en versión original. Tanto en atmósfera como en el personaje de Brendan Gleeson pierde bastante fuerza en su versión doblada.
Allez-y,
mes ami!
Buenos
días, y buena suerte.
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¿Tengo que ver esto?: si
tienes estómago para la comedia negra y el costumbrismo irlandés, sí. Y si no,
busca ese estómago.
¿Cuál es el mejor momento?: la escena inicial es increíble, y en general lo son todas
aquellas donde Aidan Gillen mete baza como ateo insoportable.
¿Dónde debería ver esto?: la
Irlanda rural es tu hogar.
Me ha gustado, ¿dónde hay más?: échale un ojo a El
irlandés, del mismo John Michael o, ya que estás, a la fastuosa Siete psicópatas de su hermano Martin,
una de mis cintas más queridas de los últimos años, como ya he repetido a menudo.
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No solo conocía a Martin, aunque veo que no son muy diferentes por lo que he visto en esta cinta. Cuando pueda le echaré un ojo.
ResponderEliminarZlatan
Por lo que vi de "El irlandés", no se parece tanto al rollo de Martin como esta, pero sí que hay una clara unión formal entre los dos hermanos. Y esta te molará, Zlatan. A ver, que para mí "Siete psicópatas" está muy altísima, pero esta mola mucho también.
ResponderEliminarPor tu crítica me ha recordado a El Cojo de Insmann de Martin. Sobre todo en el humor negro y el ambiente rural de Irlanda.
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