Los
jóvenes no deben de ser cobardes.
La
adolescencia es una etapa complicada. Cada uno reacciona de una
manera distinta. Algunos toman el camino de la rebeldía mientras
otros simplemente callan, lo cual no indica que no sufran sino que lo
guardan todo en el interior hasta que explotan.
Esta
película japonesa, aunque también cuenta con producción francesa,
se centra en los jóvenes que callan. Así es su personaje principal,
un joven que se ha mudado de Tokio a un pueblo pesquero tras el
divorcio de sus padres. Allí tiene una estrecha relación con la
hija de una chaman que apenas le queda tiempo de vida.
Ambos
jóvenes tienen problemas, pero se enfrentan a ellos de forma
distinta. Uno es callado, distante y rehuye a su madre, a la que
considera una puta por tener amantes, ya divorciada. Mientras, la
otra consigue estrechar la relación con sus padres a pesar del dramatismo de la situación gracias a una relación sencilla pero afectuosa.
La
diferencia entre ambos se remarca con la relación con el mar, que es
un elemento protagonista en la película. Hay largos planos de cuando está revuelto o cuando está tranquilo. Ella no duda en bañarse y
disfrutar del agua. Él nunca se baña ahí ya que el agua salada le parece
pegajosa y le repugna. También cuando hablan de sexo se ven muchas diferencias.
Una es abierta y se ofrece en varias ocasiones, mientras él se
encierra en su caparazón.
El
gran problema de la película es el protagonista masculino. Él no es
que sea tímido: es un estúpido insensible. Trata como un trapo a su
amiga, casi novia podíamos decir, y con su madre es aún peor. Es
desagradable ver como se preocupa por él y responde con un gruñido inexpresivo.
De hecho cuando su novia le dice que le quiere contesta con un
lacónico “gracias”.
El
resto de personajes funcionan. Especialmente el padre de la chica,
que es un pescador con un restaurante. Es un hombre sencillo pero
bastante sensato y que en cada plano se ve el amor que tiene a su
familia. Su esposa es otro buen personaje, que demuestra ante su
muerte una gran serenidad. Hay una gran escena cuando sucede este
hecho inevitable, donde no sobra un solo plano a pesar de su larga
duración, acompañada por una bella canción.
Las
actuaciones son bastantes buenas, con algunos casos en particular que
destacan como la joven (Jun Yoshinaga) o su padre (Makiko Watanabe).
El que está más flojo es el joven callado (Nijiro Murakami), sin
indicar que lo haga mal, sino que simplemente cumple. No es su culpa
el fracaso del personaje.
La
dirección la lleva a cabo Naomi Kawase, directora con una respetable trayectoria en Japón por lo que he podido ver. Retrata con todo lujo de detalles a la
naturaleza y la vida rural, aunque se exceda en la duración y la cantidad de
escenas. Sobra bastante del metraje, casi media hora. Hay escenas de
violencia gratuita como un primer plano del como degüellan a una
cabra, sin que aporte nada a la trama. La forma de rodar es propia de
Japón, con un ritmo particular y sosegado sin olvidar estar muy atentos a los detalles.
El
guión es muy minimalista y eso le lastra mucho. Ya hemos hablado de
lo mal hecho que está el protagonista, que, reitero, muchas veces se
comunica con gruñidos. Apenas consigue comunicar la película a
pesar de su belleza, y eso le quita bastante puntos. Podría ser una gran película pero se queda a medias y no llega a alcanzar su verdadero potencial.
¿Debería
verla?: Si te gusta el cine
japonés, quizá.
Mejor
escena: La escena de la muerte
de la madre.
¿Dónde
debería verla?: Frente al mar.
Me ha
gustado, ¿dónde hay más?: Hay
varias grandes películas japonesas como Despedidas,
que ganó el Oscar a mejor película extranjera, alguna de Takeshi
Kitano o ya directamente cualquier película de Akira Kurosawa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario