Lo mejor del 2013 (II)

Comenzamos ayer con la lista de lo que para mí había sido lo mejor que vieron nuestras pantallas españolas en 2013... Concluimos ahora con ese top 5 que, a mi juicio, toda persona con un gusto remotamente similar al mío debería ver.

5 – Rush

Oh, Rush, esa gran e injustamente olvidada. ¿Por qué no se habla más de ti? ¿Quién le ha comido el coco a la crítica para que ensalce tanto a Capitán Philips mientras a ti te deja de lado?

Que no os engañen: Rush es el gran biopic de este pasado año... o tal vez no, pero se acerca bastante. Incluso a mí, que nunca me ha gustado especialmente la Fórmula 1, me cautivó desde el primer instante la historia del trágico accidente que sufrió Nikki Lauda en su enfrentamiento con James Hunt, contada en sus propias memorias por el primero de una manera, cuando menos, interesante, que da una visión bastante objetiva de ambos personajes, y en la que resulta fácil decantarse por cualquiera de ellos.

Y si la historia ya resulta atrayente, su realización pone sobre la mesa todas las cartas de un producto en que los fallos apenas son visibles. Para empezar, gracias a una banda sonora realmente interesante, y siguiendo por unas actuaciones que van de lo bueno (en el caso del guaperas Chris Hemsworth) a lo sencillamente perfecto (con el gran Daniel Brühl, también fabuloso este mismo año en la menos destacable El quinto poder).

Para seguir, lo que realmente se lleva el gato al agua es la dirección. Rush es ya mi segunda cinta favorita de Ron Howard superada tan solo por Una mente maravillosa. Y es que, al igual que en aquella, aquí Howard despliega con maestría un ritmo sin altibajos, continuo, ágil como pocos y sobre todo, espectacular, en el que podemos contar hasta tres clímax diferentes que dejan al espectador de una pieza y con los ojos pegados a la pantalla. Y eso, señores (y señoras), no se ve todos los días.

4 – Siete psicópatas

No sé si de esta cinta me enamoró su humor negro en la línea de Tarantino, la aparición de mi muy amado Sam Rockwell, la historia de un escritor en busca de inspiración, que Colin Farrell haga (otra vez) de irlandés borracho, o que todo esté muy pasado de vueltas.

Sea como fuere, Martin McDonagh reúne a Farrell (como un guionista en busca de una historia sobre psicópatas) y Rockwell (como el amigo que le proporcionará las historias para construir ese guión) con Christopher Walken, Woody Harrelson y hasta el mismísimo Tom Waits en una cinta gamberra y sórdida, que no se corta un pelo en su crudeza ni en matar cuando hay que matar, por vital que sea el personaje. Es, además, un claro ejemplo de buen hacer dentro del metacine, sobre cómo se construye una historia a través del proceso de crearla.

Y por si eso no bastara, los diálogos son de diez. Basta con verlo en el tráiler. Si alguien no se siente en la gloria al ver cómo un Christopher Walken desarmado pasa olímpicamente de un mafioso con ganas de matarle, debería alejarse mucho  de este tipo de cintas. Mucho.

En serio, ese puto tráiler es épico. Y la peli, ya ni os cuento.

3 – El atlas de las nubes

Yo nunca he sido especialmente fan de los hermanos Wachowski. Me gustó Matrix, sí, y también V de Vendetta, pero nunca me encandilaron tanto como a otros. Y sin embargo, con su adaptación de la novela de David Mitchell me ganaron.

Y es que El atlas de las nubes es, sin duda, una de las películas más ambiciosas del año (y según gente como nuestro querido Roger Ebert, de la historia del cine), y en muchos aspectos. Empezando por el visual, o el sonoro, que son una auténtica delicia para los oídos, pero que quedan en segundo plano cuando nos centramos en una historia dividida en seis partes, que presenta a personajes interconectados entre sí e interpretados una y otra vez por los mismos actores, que hacen un trabajo absolutamente sublime.

Pero no es solo que sea sobresaliente en casi todos sus aspectos, ni tampoco esa ambición de que hace gala durante dos horas y media: El atlas de las nubes tiene algo especial, es una de esas cintas que, si te llegan, te llegarán para siempre… Es una de esas cintas que sirven para recordar la magia del cine en cada plano. Y por eso es imprescindible en esta lista.

2 – Django desencadenado

¿Qué puedo decir de Django desencadenado que no dijera ya en aquella crítica de la que estoy tan (modestamente) orgulloso? La última apuesta de Tarantino fue una patada en la boca a todos los convencionalismos y reglas del cine: rap en una película ambientada en el siglo XIX, rótulos que tapaban toda la pantalla, transgresiones de las leyes de la física cada vez que alguien apretaba un gatillo…

Django desencadenado es puro Tarantino, y como tal, es uno de los mejores proyectos que jamás haya realizado el de Tennessee. Es atrevida, original, gamberra (muy gamberra), pulida y al tiempo que todo ello está muy bien dirigida. Es una de sus obras más personales, y sin embargo es la cinta que le pondría a alguien a quien no guste especialmente el cine de este titán.

Es Tarantino, qué demonios, y no hace falta que justifique su maestría (solo sus pataletas cuando difunden sus guiones).

Por cierto, que llevo desde aquella crítica con el gusanillo estúpido de decirlo... ¿Qué me Quentin, Tarantino? Je. A pastar, Obli.

1 – Bienvenidos al fin del mundo

“¿Pero es que hay algo mejor que la última de Tarantino?”, os preguntaréis. Bueno, mejor no sé si será, pero desde luego, yo la prefiero con creces (y poniéndonos objetivos, creo que están al mismo nivel, o incluso esta la supera). Y me cuesta admitirlo, dado mi amor por el pistolero sin escrúpulos de Quentin, pero es que la trilogía del Cornetto… es mucha trilogía del Cornetto.

Y no solo la trilogía en sí, sino esta película en concreto, que es la que se lleva la palma. Lo dije en la reseña que hice de la cinta (recomiendo leerla a quien interese, porque dado mi amor por esta saga, creo humildemente que merecen la pena las 2000 palabras que escribí sobre su cierre) y lo repito: para mí esta cinta que cierra el arco argumental (aunque solo lo comparta en temática) es la mejor de las tres que se han venido desarrollando desde que un memorable día se estrenara Shaun of the dead (que ya analizó Quixote en este blog).

Y ello se lo debe Bienvenidos al fin del mundo a un ritmo trepidante, una historia divertidísima, una madurez cómica que se hace patente, una originalidad inimitable… Si Tarantino transgredía las leyes no escritas del cine, Edgar Wright y compañía las utilizan con una maestría sin par que hace que las casi dos horas se nos pasen como un suspiro, un sueño del que no queremos despertar. La película no solo sirve para poner la guinda a la trilogía, sino también para demostrarnos que Simon Pegg es un actorazo como el que más, que también con la comedia se pueden contar historias terriblemente profundas, y que terceras partes muchas veces son inmejorables.

¿Lo mejor del año? Puede que no (o tal vez sí, ojo). Pero sin duda será la que en mi mente quede para el recuerdo de un año en que las grandes cintas han sido no pocas.