Empiezo a adorar el cine australiano. O neozelandés. O lo que sea. El caso es que ya lo demostró en su día Mad Max, lo confirmó hace poco Gabriel, refuerzan la opinión personalidades como Russell Crowe o Peter Jackson, y lo mismo dice esta cinta de ciencia ficción que vi hace poco.
La idea, a decir verdad, no terminaba de atraerme, por simplona e inverosímil. Nos encontramos en la Inglaterra de los tiempos de la Peste Negra, que asola toda ciudad por la que pasa. Un explorador de una aldea, que ha abandonado a su gente para ir a la ciudad, regresa trayendo noticias ominosas, que meten el miedo en el cuerpo de todos sus conciudadanos. Así, para evitar la plaga que aún no les ha afectado, un grupo de aventureros se decide a ir a la gran ciudad para expiar sus culpas en la iglesia; en la expedición, les dirige Griffin, un chico que tiene visiones constantes en sus sueños de esa gran ciudad.
Poco después de plantearse este argumento, la cosa da una vuelta de tuerca cuando la expedición decide cavar un túnel para salir al otro lado del mundo y así llegar a tiempo a la ciudad. No solo se embarcan en esta absurda tarea, sino que lo consiguen, y cuando abandonan el túnel se ven inmersos en una metrópoli del siglo XX, buscando desesperadamente la iglesia en un entorno hostil y desconocido.
Así, sin darle muchas vueltas, la idea ya me recuerda a otras cintas como la comedia francesa Los Visitantes (con un magnífico Jean Renó protagonizándola). Sin embargo, The Navigator toma un rumbo completamente distinto y en lugar de dar rienda suelta a la vena cómica (a pesar de que sí que hay ciertas escenas en ese sentido; no se me olvida cuando recurren a una “bolsa de aire” para evitar el aire envenenado, que es, ni más ni menos, que una bolsa de cuero llena… de aire, por supuesto) construye una trama de aventuras, de personajes enfrentados a condiciones adversas que se sobreponen a las dificultades.
Las actuaciones no son malas (hay alguna genial, a pesar de que en su mayoría son actores inexpertos), y la historia está bien construida, llena de giros de guión a pesar de la corta duración. De hecho son esos giros de guión, ya hacia el final, los que hacen creíble el argumento. O al menos, logran que no sea tan surrealista.
La primera media hora de película es fastuosa, tanto visualmente (está rodada en blanco y negro, alternando con los pasajes casi monocromáticos de los sueños de Griffin) como musicalmente, y refleja de manera genial la sociedad medieval, sin idiotizarla tanto como se suele hacer, pero añadiendo perfectamente ese componente de superstición, religión omnipresente y miedo a lo desconocido.
El final, como decía antes, permite ver toda la película desde un nuevo punto de vista, y no como una cinta de ciencia ficción más; de hecho, una vez que conoces realmente el argumento, hay un par de escenas al principio que cobran una gran relevancia, y un visionado atento permitiría ya intuir ese desenlace magnífico (y con cierto componente trágico, en este caso muy inesperado, la verdad).
Desde luego, si la encuentras (no es muy conocida, no sé si se ha llegado a editar en España en DVD, pero online sí que está en algunos sitios), merece la pena echarle un vistazo (y doblada, a ser posible). Tiene ese tinte ochentero rancio que tanto nos gusta a los amantes de la ciencia ficción (aunque como digo no se ajusta a los estándares del género).
Allez-y, mes ami!
Buenos días, y buena suerte.
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LO MEJOR: la primera media hora y las visiones de Griffin son geniales. El final también merece la pena, pero sobre todo destaca un doblaje en español realmente magnífico.
LO PEOR: la historia, incluso después del final, sigue siendo demasiado increíble, sin mucha explicación. Pero al menos, se aleja de lo esperado.
NOTA: 8,5/10. Tiene aspectos mejorables, pero en general, es una cinta de aventuras perfectamente correcta, y en cierta manera, original.
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No he podido encontrar el tráiler, pero alguien ha subido parte de la película en Youtube, así que os dejo con los primeros diez minutos.
The Navigator: una odisea en el tiempo (Parte 1)
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