jueves, 26 de septiembre de 2013

Bunraku (2010)




“Soy el producto de una generación jodida”

Es común que nos encontremos últimamente en el mundo del cine con un curioso renacimiento de las cintas de pseudo-serie B, artes marciales y acción fácil. Es una tendencia auspiciada sin duda por dos grandes del celuloide: Quentin Tarantino y Robert Rodríguez, que han creado una auténtica escuela de seguidores.

Ahora bien, sus seguidores no son ellos. Prueba clara es este Bunraku, segunda cinta del director Guy Moshe, que intenta seguir esa estela pero naufraga en el camino, a pesar de los puntos a favor con que contaba.

La cinta ya es tópica desde su inicio. Tenemos un futuro post-apocalíptico, con una ciudad completamente controlada por un hombre conocido como el Leñador (Ron Perlman), su guardia personal, y su ejército rojo, donde dos hombres de destinos opuestos (un samurái sin espada y un vaquero sin pistola) se enfrentarán a ese líder en un mundo en que las armas de fuego han sido sustituidas por filos y… palos. Muchos palos. Palos de poder místico.


No, en serio, lo de los palos no es broma. Es un hecho: cada vez que en una pelea enfrentan un palo (sea un bate de béisbol, un trozo de bambú, o la funda de un arma) contra una espada, gana el palo.

La historia se construye a base de tal cantidad de tópicos y clichés que es imposible no anticipar, uno por uno, todos los que van apareciendo. Empezando por uno de los finales más predecibles que recuerdo, y continuando por unas peleas con un resultado obvio, unas combinaciones en los enfrentamientos múltiples realmente poco originales, y unos… Espera, ¿por qué hay tantos acróbatas aquí? En fin, da igual.

Una narración profundamente gutural y épica va desplegando sobre el tablero las piezas de esa historia, pero desarrollando la partida con muy poco acierto. La primera parte de la película se desarrolla de forma muy lenta; tanto es así, que de los nueve guardias personales del Leñador solo se enfrentan a cuatro de ellos en los primeros 105 minutos de cinta. En los escasos 15 minutos restantes se lucha contra los otros cinco y el líder, de forma tan apresurada y ridícula que a dos de ellos ni siquiera se les ve la cara.

En cuanto a los diálogos, son sin duda el punto fuerte de la cutrez. Si la historia ya era fácil de anticipar, los diálogos oscilan entre dos extremos: o bien son nuevamente clichés más que esperados que puedes afirmar 30 segundos antes que el protagonista; o bien son combinaciones cuasi incomprensibles de palabras, que parecen ordenadas de una forma tan caótica y azarosa como las propias escenas, que tienen una continuidad que ríome yo de Amanecidos.

Las actuaciones, además, no son nada del otro mundo. Hay una gran cantidad de secundarios (de los que en general no sabemos ni el nombre) tremendamente forzados y sobreactuados. Pocas actuaciones son realmente flojas, pero tampoco destacan en exceso: el samurái es un tal Gackt, que parece ser una estrella del Visual Kei en Japón, y que hace de… japonés estereotipado 120%; Josh Hartnett es una mezcla pasada de vueltas entre su personaje de Sin City y el Gambito que aparecía en X-Men orígenes: Lobezno; Ron Perlman no está mal, pero parece directamente sacado de aquel remake de Conan el bárbaro donde hacía de entrañable padre del pacífico niño; y Woody Harrelson hace tremendamente bien de Woody Harrelson. Y luego está Kevin McKidd, que ha caído muy bajo desde Trainspotting.

La culpa, sin embargo, no es en ningún caso de los actores. Los personajes son así: exagerados, absurdos, típicos y extremos. Toda la película parece una sucesión de secuencias para demostrar quién es el más fucker de todos ellos, y cuando no ocurre así, nos encontramos con gente que pretende ser más profunda, pero no nos dice nada (por mucho que Alexandra sea Demi Moore, si no sé quién demonios es, no me va a dar demasiada pena nada de lo que le pase).

Donde naufraga la película, por otra parte, y he ahí su problema, es en esa intención de darle un trasfondo a algo que se queda corto. Cada dos por tres aparecen preciosas máximas de filosofía oriental y citas que parecen sacadas de un libro de Paulo Coelho, pero que no pintan absolutamente nada en una cinta que no es más que un subproducto de serie B de artes marciales con una estética fabulosa. Sobre todo, porque al final todo queda en una apología bastante descarada de la violencia y la venganza.

Porque, eso sí que hay que reconocerlo, la ambientación es el punto fuerte de una película que solo en esto puede presumir de original. El mundo se construye a base de decorados de papel con una estética muy personal y curiosa, y ciertos juegos visuales metacinematográficos, que no hacen sino contribuir a esa estética de serie B. El apartado técnico es inmaculado en casi todos sus aspectos, pero es lo único que nos queda al final.

Es, sin duda, un interesante intento de seguir la tendencia marcada por Quentin y el Tonto’l Sombrero, pero al carecer del talento de ambos, hace agua por todos lados y le cuesta mucho no hundirse.

Allez-y, mes ami!

Buenas tardes, y buena suerte.

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LO MEJOR: la estética es fabulosa, de 10. Y el cómic aracnofílico que monta Woody Harrelson y que es una copia ridículamente descarada de Spiderman también mola bastante.

LO PEOR: la apología de lo absurdo, tópico e incomprensible que no deja de recordarnos a cada instante un claro: “¡eh, teníamos a cuatro chimpancés comiendo galletitas de la suerte y escribiendo el guión!”.

NOTA: 5,5. No suspende porque te partes de risa con ella. Pero floja, flojísima, tirando a bastante mala, es.

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2 comentarios:

  1. Conforme en casi todo lo que has puesto, caribú. Salvo por ponerle más de un 5. Yo le habría puesto un 4,9 por joder xD
    Ahora en serio, la peli no hay por donde cogerla, el ridículo llama a la puerta en cada escena y los personajes... Auf, auf. Pero... ¿y las risas que nos echamos cada mañana de jueves viendo cosas como esta?

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  2. Ah, cuando nos deleitas a tus compañeros de fatigas con intentos de analizar estas odas al absurdo imposibles de analizar elaboradas por mentes perturbadas que tanto parecen excitar nuestras perturbadas mentes te ganas el privilegiado sitio central que te reservo en mi sofá.

    Lo dicho, diálogos sin sentido, personajes sin sentido, acróbatas sin sentido, una ambientación de diez, una copia cutre de Spiderman en cómic 3D y Woody Harrelson haciendo de sí mismo que da gusto.

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