Ella
quería bailar, así que fuimos a ver una película
Toda generación tiene a sus propios
referentes que vertebran a una cultura popular y que se convierten en
iconos. Los cincuenta tuvieron como rey a Elvis Presley, los sesenta
tuvieron como santo y seña a los Beatles, en los setenta vimos como
surgían ídolos tan diversos como Bowie o Led Zeppelin. La nostalgia
tiende a centrarse en los ochenta con la consolidación del cine de
entretenimiento con Star Wars, la música pop que revolucionaron
artistas como Michael Jackson, grupos rockeros de toda índole como
los metaleros Iron Maiden o la aparición de los primeros videojuegos
donde destacaba un fontanero que va a rescatar a una princesa dando
saltos. Todos ellos formaron una cultura pop que se ha seguido
alimentando con sangre nueva como el asalto al mainstream de los
superhéroes.
Si hay alguien que está en la cúspide
del panteón del cine de entretenimiento (dicho esto sin maldad,
todo lo contrario, el entretenimiento puro es reivindicable) es
Steven Spielberg, con obras majestuosas como E.T., Indiana
Jones, Encuentros en la Tercera Fase o Parque Jurásico.
Si había alguien que tenía que rodar la película que definiese la
cultura pop de estas últimas décadas tenía que ser él. Si Ernest
Cline escribió con Ready Player One el sueño húmedo de toda
una cultura geek ochentera que vivía alrededor de máquinas
recreativas, Spielberg la ha adaptado y redefinido para crear con una
obra que sin duda será un hito para muchas personas.