-Dicen que tu prodesor tiene un pequeño problema con el alcohol.
-Ese es solo uno de sus problemas.
Cada
año Woody Allen regresa a nuestras salas de cine con una nueva
película. Es una cita obligada donde su nombre vuelve a la boca de
todos, se repasa su extensa filmografía y nos quitamos de nuevo el
sombrero ante él aunque nos haya decepcionado, cosa que últimamente
hace con cierta frecuencia.
La
pregunta es, ¿Woody Allen que quiere a estas alturas? Cuando se
tiene su currículo, su estatus y el pesimismo sigue presente desde
hace cuarenta años, no hay más razones para trabajar en un nuevo
guión que simplemente mantener el cerebro y su creatividad en
funcionamiento. Tiene sus inquietudes, se aburre en su casa y para
salir del tedio decide escribir un guión y rodarlo. En su favor
podemos decir que es loable su pasión por el séptimo arte y su
constancia creativa. Además no tiene película mala, aunque muchas
veces se ve que necesita un año sabático para respirar y volver con
más energía.
El
largometraje tiene varios elementos propios del cine de Woody Allen.
Empezando por un protagonista de una edad ya avanzada enamorado de
una joven. Asimismo se puede volver a disfrutar de sus clásicos
debates sobre la moral y el azar. Los crímenes también se
presentan como ya hicieron en Misterioso asesinato de Manhattan.
Además es palpable la influencia de varios filósofos como Kant y
Kierkegaard, el personaje de Jean Valjean de Los Miserables y
La banalidad de mal de Hannah Arrendt. Aunque si hay un autor
en el que se inspira el bueno de Allen es en Fiódor Dostoyevski y su
Crimen y Castigo.
Es
una película intelectual en el que dos visiones de la vida, una más
juvenil y desenfadada y otra totalmente pesimista. Los diálogos
tienen cierto ingenio y amplias dosis de cinismo pero en gran parte
de la película les falta chispa. En todo momento vemos un Woody
Allen que va a medio gas, siendo demasiado sencillo. Quizá sacar una
película cada año afecté a la inspiración del de Brooklyn. Eso no
quiere decir que no sea un film disfrutable, al contrario, es
bastante ameno, fácil de seguir y con momentos potentes y
perturbadores.
Los
actores consiguen sacar adelante la película sin problemas. Joaquin
Phoenix sigue demostrando que a pesar de todos sus demonios internos,
o gracias a ellos, es uno de los mejores actores de su generación.
Emma Stone, que ya protagonizó la anterior película de Woody Allen,
Magia a la luz de la Luna; da muestras de su continuo ascenso
en el mundo cinematográfico. Tampoco desentona Parker Posey, cuyo
personaje también está enamorada del trágico profesor.
La
dirección se basa en todos los trucos que ha usado Allen en su
carrera. La neurosis del autor se hace dueña de la película e
invade un ambiente falsamente cálido y amable que es acompañado por
música de jazz que se acaba volviendo en algo repetitivo. Este
ambiente es muy importante en la mezcla entre la comedia y el drama.
Al ser demasiado simple y ligera, la película pierde cierta
trascendencia al no terminarse de tomarse a si misma en serio. El uso
de la voz en off nos ayuda a comprender a los personajes pero a veces
es demasiado pesado.
No
es una de sus mejores obras. Sin embargo, muchos directores matarían
por conseguir llegar a esa altura. Una película interesante pero que
acabará en el olvido, escondida en una amplia lista de películas
mejores.
¿Tengo
que ver esto?: Solo si quieres estar a la moda cinéfila por unas
semanas.
¿Cuál
es el mejor momento?: El momento de la ruleta rusa.
¿Dónde
debería ver esto?: En un campus universitario. No vale el de la
URJC.
Me
ha gustado, ¿dónde hay más?: La obra más cercana a esta
temática dentro del repertorio de Allen es Misterioso asesinato en
Manhattan.
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