miércoles, 22 de julio de 2015

Yo Claudio (1976)



Que toda la ponzoña del barro salga a la superficie.

Mucho antes de que HBO se hiciera la dueña y señora de las series, con éxitos tan épicos y sangrientos como Roma o la archiconocida Juego de Tronos, estaba Yo Claudio. Ella era el santo y seña de todo aficionado a la ficción histórica. Pero ya han pasado casi cuarenta años. ¿Es hora de entregar el testigo y aceptar que los jóvenes leones ocupen su lugar en la manada? Definitivamente no. Yo Claudio hoy en día sigue siendo una de las mejores series de la historia, sin ser todavía superada por los altos presupuestos de sus actuales competidoras.

No es una larga saga, sino una miniserie de 13 capitulos, basada en las dos novelas de Robert Graves, Yo Claudio y Claudio el dios y su esposa Mesalina. Novelas maravillosas que marcaron de forma decisiva a toda la narrativa histórica que le siguió después. El argumento se centra en la vida de Tiberio Claudio Nerón César Augusto Germánico, también llamado "Claudio el idiota", "el tonto de Claudio" o "Clau, Clau, Claudio". Era un cojo, un sordo y un tartamudo, y el resto de la familia imperial lo consideraban digno de lástima o de desprecio, incluida su madre. Pero también era un hombre muy intelignete, consciente de los tiempos en los que vivía, y con la suerte de su parte tuvo una larga vida, y llego a ceñir la túnica imperial tras sobrevivir a gran parte de sus parientes. Fue un oasis de sensatez y de decencia dentro de Roma y de su misma familia.


Toda su vida se vio relacionado con grandes personajes como los célebres Augusto y Livia, "malvada mujer", como la definiría Claudio, locos como Calígula, ambiciosos como Agripina o traicioneros como Mesalina. Todos maravillosamente trazados y definidos en la serie y nunca resultando indiferentes al espectador.




La clave de la serie es poner el foco en la corrupción por el poder de todos estos personajes. Todos ellos están dispuestos a matar por él. Desde el primer capítulo se suceden las luchas y los asesinatos políticos. Por si fuera poco, la locura les infecta la mente y les genera vicios infectos, siendo prisioneros de la lujuria como el caso de Julia y Mesalina, o de delirios divinos y mesiánicos como los de Calígula. Solo Claudio se salva, centrado en los estudios sobre la historia romana, y puede ser el testigo que nos relata los hechos. Pero desgraciadamente para él se ve involucrado y no puede fiarse de nada ni nadie como bien le advierte su mejor amigo, el judío Herodes Agripa, ni siquiera del amor apasionado que siente por Mesalina.



El creador de la serie fue Jack Pullman, uno de los grandes creadores de la BBC y autor de un gran número de adaptaciones para la televisión inglesa como Crimen y Castigo, Jane Eyre, David Copperfield o Guerra y Paz. También se ocupó de la dirección y del guión. Éste último es de una gran calidad que respeta la obra de Robert Graves a la vez que la da fuerza para sobrevivir en el formato televisivo. No hay un capítulo malo, ni donde el ritmo o la tensión disminuya.

La serie no tiene los medios actuales, y eso afecta a la factura visual. Se notan los años y hay momentos, como las muertes, que pierden bastante credibilidad ante nuestros modernos ojos. Sin embargo, consigue mantener el encanto. Está rodada de forma artesanal, con escenografía teatral sin exteriores. Los juegos de cámara renuncian a ser espectaculares, ya que buscan centrarse en los protagonistas. Son en ellos y en sus actuaciones donde el espectador tiene que prestar su atención.



La excelencia de la serie reside también en sus intérpretes. La nómina de actores es amplia y todos de un altísimo nivel. Derek Jacobi se convirtió para la eternidad en ese torpe Claudio, despreciado por un mundo del que conoce hasta la última macha corrupta del mármol del Palacio Imperial. Pero no es el único. Un joven John Hurt brilla como ese demente que es Calígula, regalándonos los momentos más cómicos y a la vez incómodos de la serie. Pero la mejor actuación es la de Sian Phillips como la intrigante Livia. Brian Blesse hace de un Augusto demasiado bonachón para mi gusto y Sheila White maravilla como Mesalina. Otro nombre conocido en la actualidad es el de Patrick Stewart, el Doctor Xavier de X-Men, que hace de Sejano, mano derecha de Tiberio.

No vamos a cuestionar el valor de las series actuales que gozan de una etapa dorada. Pero no por ello debemos despreciar ni olvidar de dónde vienen. Gran parte de las series actuales vienen marcadas por antiguos productos que marcaron el camino. Y no solo eso. Es que aún en tiempos de nuevas tecnologías, Yo Claudio gana a cualquier serie que se le ponga por delante.

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¿Tengo que ver esto?: Imprescindible.

¿Cuál es el mejor momento?: En el penúltimo capítulo, cuando le anuncian que ha sido nombrado dios en Britania mientras él se siente nuevamente el tonto de turno.

¿Dónde debería ver esto?: En Roma, claramente.

Me ha gustado, ¿dónde hay más?: Solo si has acabado con ella tienes mi permiso para empezar con Roma.

1 comentario:

  1. En primer lugar, felicidades por la reseña. Esta obra, que permanece un poco olvidada en el estante imaginario que debería contener todos los títulos sobre novela histórica, merece especial atención, sobre todo para los amantes de la antigua Roma y sus historias. El autor reconstruye una época romana sumamente interesante, los inicios del imperio desde el punto de vista de Claudio, un emperador nombrado por casualidad y contra la voluntad del propio interesado. La narración es densa, sí, pero casa perfectamente con los acontecimientos narrados. La óptica es más bien palaciega, las guerras y sucesos externos al palacio imperial se relatan de pasada. Lo importante aquí es la vida de Claudio y su ascenso al poder sobreviviendo a un tiempo cargado de incertidumbre en el cual la ambición o los celos podían ser causa de muerte. Una obra como digo imprescindible para los amantes de Roma. Salu2 y buenas lecturas.

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